domingo, enero 15, 2006

No dejaré que se decida qué es o no es España sin que opine la mayoría

Mariano Rajoy,
Presidente del Partido Popular

«Soy el único político que nunca se ha negado a sentarse con nadie, excepto con Batasuna. Ahora estamos pidiendo una conversación para hablar del Estatuto»

LA RAZÓN
Carmen Morodo / Pablo Planas

Madrid.- El líder del PP recibe a LA RAZÓN en su despacho de la calle Génova. Ni rastro de humo, ceniceros impolutos y ganas de hablar. Tras un par de horas de preguntas, queda claro que Rajoy está dispuesto a pactar con una condición: que primen los intereses de los españoles.

P.- ¿Hasta dónde cedería para facilitar un acuerdo con el PSOE sobre el Estatut?

R.- Mi posición es la misma que planteé el 14 de enero del año pasado cuando se debatía el «plan Ibarretxe». Entonces ofrecí un acuerdo para garantizar la unidad nacional, la soberanía, la existencia de un Estado viable, la igualdad en derechos, deberes y oportunidades, y la cohesión y la solidaridad interterritorial. De lo que se trataba era de hacer lo mismo que los dos grandes partidos nacionales hemos venido haciendo juntos desde 1978, pero esa tradición de consenso se ha roto con el Estatuto.

P.- ¿Estaría dispuesto hoy en día a sentarse en una misma mesa con el cuatripartito y con el PSOE, que cada uno pusiese sus cartas encima de la mesa, y ver si es posible buscar una fórmula para solucionar este lío?

R.- Probablemente soy el único político que nunca se ha negado a sentarse con nadie, con la excepción, lógicamente, de Batasuna. A mí me ha llamado el señor Zapatero y he ido siempre, aunque algunas de las reuniones, sobre todo las últimas, han sido claramente insatisfactorias. Ahora estamos pidiendo una conversación para hablar del Estatuto y todos vemos cómo los partidos que lo acordaron trabajan a escondidas para pactarlo otra vez, pero parece que no se quiere acordar con el único con el que no lo han consensuado. Lo más llamativo es que cuando uno habla en privado con los que lo han votado, te dicen que es un lío y te preguntan que a ver cómo salen de él. Pero luego no quieren contar con quienes desde el principio han advertido de que era un error. Hay una enorme hipocresía en los partidos que han votado el Estatuto y en muchísimos sectores que no se atreven a decir en público lo que nos dicen en privado.

P.- Si se arreglasen todas las demás inconstitucionalidades, ¿podrían hacer la vista gorda a que el concepto de «nación» fuese sólo en el preámbulo?

R.- No. Desde 1812 ha habido nueve constituciones y España siempre ha sido una nación. ¿Adónde vamos a volver? ¿A tres siglos atrás? Estamos ante un proyecto disparatado, que no demandaba nadie, que es producto de los prejuicios de algunos dirigentes a los que el propio Rodríguez Zapatero ha alimentado. España es una nación desde siempre, es el pueblo más viejo de Europa y así se ratificó en 1978, lo que se votó además mayoritariamente en Cataluña. Y luego se aprobó, también mayoritariamente, el Estatuto de 1979, en el que se reconoce la nación española y se califica a Cataluña de nacionalidad. La mejor forma de salir de este lío es decir que España es una nación y que dentro hay nacionalidades y regiones, que es lo acordado en 1978.

Estrategia parlamentaria.

P.- Ha dado a entender en estos días que ha recibido presiones por su postura en la negociación del Estatut... ¿De quién y hacia qué dirección le querían llevar? ¿Le ha influido en la renovación de su oferta de diálogo la posición del Rey?

R.- No me siento presionado, pero sí es cierto que he hablado con mucha gente porque no me creo en posesión de la verdad, aunque sí tengo unas convicciones profundas sobre algunas cuestiones.Y la gente coincide con lo que yo pienso... He participado en los pactos autonómicos de 1992 y 1996, le ofrecí acuerdo a Zapatero ya en la sesión de investidura porque creo en el consenso... Pero conmigo no se puede contar para decir que España no es España, que los españoles no somos iguales o que la soberanía no radica en el conjunto del pueblo español. ¿Es que España es un Estado plurinacional porque lo digan unos políticos de Cataluña? Oiga, pues entonces yo quiero opinar, y la mayoría de la gente también. P.- ¿Es posible un nuevo Estatuto sin el PP? R.- Sería uno de los errores históricos más graves que haya cometido un presidente del Gobierno porque se dejaría fuera de las reglas de juego a muchos millones de españoles.

P.- Pero él tendría la foto, y ustedes se quedarían al margen.

R.- En Zapatero coinciden tres características que no son nada buenas en un dirigente político. Primero, la falta de convicciones; en segundo lugar, la debilidad; y por último, su obsesión por excluir al PP y pactar sólo con los nacionalistas. Esto es un cóctel muy peligroso no sólo para Zapatero, sino para España.

Nuevo modelo de Estado.

P.- Hay quien interpreta que el Estatuto es la prueba de carga de un cambio más profundo respecto al País Vasco y a la Constitución. Una manera de testar en qué medida el país podría soportar un vuelco radical.

R.- De momento, el Estatuto, tal y como está redactado, cambia la idea de España del 78 porque crea un Estado confederal. A mí me parece bien que haya personas que defiendan ese planteamiento, pero como supone un cambio radical de lo acordado en el 78, quiero que se debata como una reforma constitucional y se someta a referéndum de todos. Aceptaré lo que decidan los españoles, me guste o no, pero por lo que no estoy dispuesto a pasar es por que unos señores decidan lo que es España sin que la mayoría opine.

P.- Si llega a gobernar, ¿promoverá la reforma necesaria para que las modificaciones estatutarias necesiten todas de una mayoría reforzada en las Cortes para aprobarse, tal y como le está exigiendo a Zapatero?

R.- No soy partidario de reformas constitucionales, pero si se plantean, pondré ésa encima de la mesa porque es la más necesaria.

P.- Entre su militancia, y también dentro de su partido, su posición final ante la tramitación parlamentaria del Estatut, con esa disposición tan explícita a la negociación, ha generado cierta incertidumbre y hasta frustración, después de haberle escuchado decir que el texto no era enmendable y después incluso de haber salido a la calle a defender la Constitución,«Debatir o retirarme»

R.- Mantengo mis posiciones, no cambia absolutamente nada. Creo que no es enmendable y, de hecho, hemos presentado enmiendas de supresión y de vuelta al Estatuto del 79 en la práctica totalidad de los títulos. Mis opciones eran dos: hacer lo que hice y debatir en las Cortes o retirarme. Y no estoy dispuesto a retirarme, sino que voy a dar la batalla por aquello en lo que creo. El PP, que representa a muchos millones de españoles, no puede decir «yo no participo en esto». Sería un enorme error.

P.- ¿Y sigue dispuesto a llevar el Estatut al Tribunal Constitucional?

R.- Si se aprueba un Estatuto como éste, sería disparatado no ir al Tribunal Constitucional.

P.- Tal y como van las negociaciones, ¿cuál es su quiniela? ¿Se aprobará finalmente o no?

R.- Lo único que puedo decir es que prefiero que no se apruebe. Aquí hay un problema muy serio porque el señor Rodríguez Zapatero ha empeñado su palabra y ha sido el promotor de este proyecto. Pero hay veces en que la mejor forma de salir de un lío es decir: «Oigan, señores, me he equivocado, a lo mejor no hemos hecho las cosas bien, vamos a volver a la situación anterior». Tendrá un coste, pero será mucho mayor, desde luego para España, pero probablemente también para él, seguir con una operación de estas características. Se dice que lo importante ante unas elecciones es la marcha de la economía y el nivel de bienestar, pero que nadie se olvide de que los españoles creen en su país.

P.- ¿Ha notado en sus viajes a Cataluña un sentimiento de pertenencia a una comunidad autónoma superior?

R.- Cataluña es un país plural como todos.

P.-¿La denominación correcta sería «país»?

R.- Es un lugar, un territorio, una nacionalidad... Cataluña es plural, como lo es España, Galicia o Madrid. Lo que echo en falta en Cataluña es el debate que se produce en otras partes. Conozco a mucha gente que no cree en este Estatuto y que se lo calla.

P.- Desde el lado partidista, algo de vértigo debe de darle, como a otros dirigentes del PP, el escenario de un Estatut sin sus votos.

R.- No. ¿Por qué?

P.- Aunque sólo sea por la soledad en el referéndum que se celebre y por sus intereses electorales en Cataluña.

R.- A mí me preocupa que se apruebe un Estatuto disparatado. Pero a estas alturas de mi vida, mientras uno tenga principios y convicciones, eso de quedarse solo importa bastante poco. Si mi partido, para no quedarse solo, respaldase ese proyecto, yo tendría que dimitir porque creo que es letal para España.

P.-El proceloso debate sobre la reforma catalana se está viendo acompañado de otros movimientos muy significativos, como la actitud del Gobierno con el anunciado congreso de Batasuna, mientras que, en paralelo, el presidente vuelve a insistir en su optimismo sobre la tregua. ¿Qué le sugiere?

R.- Llevo casi dos años oyendo a Zapatero decir lo mismo, pero no sé en qué operaciones está porque ha decidido no informar al PP. Sería una vergüenza nacional que Batasuna celebrase un congreso y nadie lo impidiese porque ha sido declarada ilegal por los tribunales y figura en la lista de organizaciones terroristas de la UE y de Naciones Unidas. Si se deja que se celebre ese congreso, ¿con qué autoridad moral Zapatero puede exigir que se cumpla la ley? En democracia, la ley está por encima de cualquier otra consideración.

Freno a Batasuna.

P.- El presidente ha dicho que es competencia exclusiva del Gobierno vasco tomar alguna medida.

R.- Es falso. Estamos hablando de terrorismo y en esta materia las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen competencia. Zapatero no puede abdicar de su responsabilidad porque no sería un presidente del Gobierno, sino un burócrata sentado en un butacón.

P.- ¿Ni aunque detrás hubiese en marcha una negociación con ETA?

R.- No voy hacer afirmaciones que no puedo probar porque sería una irresponsabilidad. Lo único que constato es que la política antiterrorista de estos años se ha roto: Batasuna está en el Parlamento vasco, el señor Otegi campa por sus respetos y nadie sabe en qué anda Zapatero ni qué pasa.

P.- ¿Confía en que Batasuna no estará en las municipales de 2007?

R. - Tengo muchas dudas. Y mis dudas se van a acrecentar aún más si una organización terrorista puede celebrar un congreso. Vista la actitud del presidente del Gobierno, me espero cualquier cosa.

P.- ¿Tiene conocimiento de que haya inquietud y malestar entre los que contribuyeron a forjar la alianza jurídica y policial que dejó a ETA tan debilitada?

R.- He sido ministro del Interior y he vivido procesos importantes en la lucha contra el terrorismo. Y claro, la moral de algunos, vistas las actuaciones de Zapatero, es manifiestamente mejorable. No es lo mismo un Gobierno decidido, con ideas claras, que un Gobierno que no sabe qué está haciendo ni siquiera en asuntos de tanta trascendencia.

P.- Pues el PSOE ha dado su palabra de que no pasa nada, sino que son ustedes los que enredan, los que están detrás incluso del alto mando del Ejército que ha hecho un controvertido pronunciamiento en un discurso público.

R.- Hay un malestar muy generalizado en la sociedad española porque se están rompiendo las reglas de juego. En cuanto a la situación en las Fuerzas Armadas, quienes tienen que dar explicaciones son el ministro de Defensa y el presidente del Gobierno; deben aclarar si es verdad que en la última reunión del Consejo Superior del Ejército ya se analizó el clima de preocupación por la política territorial. La última vez que se produjo algo parecido al caso del teniente general Mena fue en 1983.

P.- ¿La política territorial ha podido generar un problema militar en España?

R.- No creo que en España haya ningún problema militar.

P.- ¿Y en política exterior?

R.- Eso es un hecho objetivo. De los contactos que mantengo con dirigentes europeos, mi impresión es que en la UE no se entiende la política con Cuba ni la relación privilegiada con Venezuela. Todo lo que ha ocurrido con el Sahara ha sido un auténtico fiasco, después de que Zapatero llegara a decir que ese problema lo iba a solucionar en seis meses. Es muy negativo para España que su presidente no pueda hablar con el presidente de los Estados Unidos, además de que resulta increíble.

P.- ¿Con quién debería aliarse el Gobierno en Europa?

R.- Las alianzas deben hacerse en función de los intereses que primen en cada momento. En el debate de los fondos comunitarios, yo hubiera buscado complicidades con Polonia y con los países de la ampliación, por ejemplo. El problema es cuando no tienes criterio y, además, incomodas a quienes podrían ser tus socios en determinadas batallas.

Iraq y las «mentiras» del Gobierno.

P.- Iraq fue una de las principales pancartas del señor Rodríguez Zapatero...

R.- Fue la principal o casi diría la única.

P.- También estuvo la del «Prestige»... En cualquier caso, sobre Iraq, dos cuestiones: ¿cree que el Gobierno mantiene un doble juego para congraciarse bajo cuerda con Estados Unidos?; y viendo la evolución de la situación, ¿piensa hoy que se actuó como se debía y que no hay nada de qué avergonzarse?

R.- Sobre lo primero, no creo, sino afirmo que ha habido una fragata española ayudando a un portaaviones norteamericano en una operación de combate: eso no se ha comunicado al Parlamento y Rodríguez Zapatero ha engañado a la opinión pública. Sobre el segundo asunto, nosotros mantuvimos en su día una posición, con una mayoría de nuestros aliados..., no sabemos qué habría ocurrido sin esa intervención, pero Iraq, con muchas dificultades, tiene abierto un camino hacia la democracia y ahora hay que ayudar a que ésta se consolide.

P.- ¿El incendio de Guadalajara es el «Prestige» del PSOE?

R.- Pese a todas las dificultades y a la presión a la que se nos sometió, las playas gallegas se regeneraron, aprobamos el «Plan Galicia» y, en este momento, puede decirse que el «Prestige» es historia, aunque el Gobierno sigue teniendo la obligación de cumplir el plan. Por fortuna no hubo pérdidas humanas, mientras que en el caso de Guadalajara hay once muertos y todavía esperamos una explicación del Gobierno.

P.- Cambiando de tercio, si se aprueba la OPA, ¿es partidario de que quien tenga facultades actúe para que intervengan los tribunales?

R.- Yo quiero que se defiendan los intereses de los consumidores. Cuando nosotros gobernamos no se autorizaron fusiones voluntarias como la de Endesa e Iberdrola, ni una OPA de Gas Natural sobre Iberdrola. La OPA que se ha planteado ahora perjudica a los consumidores, también a los de Cataluña, pero parece que se va a echar por tierra el esfuerzo liberalizador de los últimos años para que primen los intereses de unos políticos o de unas empresas.

El partido.

P.- Después del duro año de oposición que ha sido 2005 y con los sondeos a favor del PP, ¿se siente más líder de su formación?

R.- Cualquier dirigente es discutido, y más si es el jefe de la oposición. Pero yo me he sentido bien siempre, desde finales de 2004. Ha habido gente que ha dicho otras cosas, pero uno no puede estar pendiente de eso, sino de hacer aquello en lo que cree y de tener varias ideas muy claras y defenderlas. No intento controlar a mi partido en Albacete, en Cuenca..., sino que me dedico a defender unas posiciones en las que creen muchísimos españoles.

P.- ¿No le importan los sondeos y su valoración en ellos?

R.- Hombre, claro, como comprenderán me leo todas las encuestas, igual que todos los periódicos. Y puedo decirles que personalmente estoy muy animado, aunque también preocupado por lo que pasa en España.

El centro, Fraga y Aznar.

P.- ¿Se siente en el centro?

R.- ¿De dónde? Me siento un dirigente con una responsabilidad importante en la política española.

P.- Con el congreso que celebran este fin de semana en Galicia por fin le ha llegado a Don Manuel la hora de su jubilación.

R.- Fraga no se jubilará nunca.

P.- ¿Para qué cuenta con él a partir de ahora?

R.- Para que me dé su opinión sobre algunas cosas. Alguna vez se la pregunto porque tiene criterio, es un hombre con experiencia...

P.- ¿Y a Aznar también le pregunta?

R.- Con Aznar, muy bien. Estupendamente.

P.- Si llega a La Moncloa, ¿derogará todas las iniciativas que el Gobierno está impulsando para cobijar bajo cuerda, según ustedes denuncian, las exigencias nacionalistas, como es el caso de la nueva Ley del Poder Judicial?

R.- Mi mente no llega tan lejos. Desde luego, eso sí, no llevaré un programa como el del señor Zapatero, que comenzó liquidando el Plan Hidrológico, sin alternativa, o la Ley de Educación. A mí no me parece bueno dedicarme a revisar la historia ni las actuaciones de los demás, siempre me ha gustado hacer planteamientos de futuro. Pero si hay cosas que hay que corregir, se corregirán, como es natural.

P.- ¿Y en este año 2006, habrá tantas manifestaciones como en 2005?

R.- Quizás no sea el más preparado para decirlo, porque soy el modesto presidente del PP y no he convocado ninguna manifestación. Nosotros hemos convocado una concentración en la Puerta del Sol para defender España.

P.- Pero como simple observador, no como convocante, ¿qué le parece?

R.- No lo sé. Aunque no soy nada optimista con la actuación del Gobierno de España.

P.- ¿Y sobre sus perspectivas en las próximas elecciones autonómicas y municipales?

R.- Espero los mejores resultados, pero no voy a cometer el error de fijarme unos objetivos en público. Empezaremos a trabajar después de la Convención Nacional que celebraremos en marzo.

En primera persona

El presidente del PP se enfrenta a la entrevista con las manos sobre un volumen que recoge todas las constituciones españolas desde 1812. Resulta un punto solemne, doctoral y contundente: «Ninguna Constitución ha negado que España sea una nación». Dice que ha dejado de fumar por las mañanas, que lleva un mes sin probar un cigarro antes de las cuatro de la tarde y no muestra ningún síntoma de ansiedad. Tampoco hace ademán de fumar durante la charla (el encuentro se llevó a cabo el miércoles, un día antes del cónclave popular en Toledo). Comenta divertido el texto del Estatuto que propone el BNG y da muestras de un sentido del humor algo menos irónico que de costumbre, más directo. No es optimista respecto al debate territorial, la capacidad de diálogo de Zapatero o la profundidad de sus convicciones, pero está muy lejos de ser ese tipo gris marengo que dibujan los dirigentes del PSOE con trazo grueso. Tampoco parece catastrofista. Cuenta que entre su círculo pontevedrés el interés difiere, y no precisamente poco, de lo que ocupa a los políticos. Por eso, aunque no cotice entre los titulares, insiste en que el PP dedicará buena parte de la convención prevista para marzo a diseñar programas para los retos de la globalización, de los cambios demográficos, de la seguridad ciudadana, de la economía. La política es economía y bienestar, afirma; pero España, la definición de España, también interesa a los ciudadanos, advierte. Responde con brevedad, de manera concisa, lejos de los grandes circunloquios de los que llama sus «coleguillas» de la política. Se declara cada vez más inmune a las críticas de la Prensa y del PSOE. No le importa aparecer aislado, sobre todo por el colchón que proporcionan diez millones de votos.

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