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27/1/2006
La intervención del actor Pepe Rubianes en un programa educativo de TV3 ha suscitado, a nuestro juicio, una polémica injustificada. Muy al contrario sus declaraciones se atienen no sólo a la línea editorial de dicho medio sino al talante y la filosofía pedagógicas auspiciadas por el tripartito, trasladadas al ámbito del humorismo. Veamos:
-Por un lado su formato humorístico es, por tradicional, impecable. El humor tiende a señalar personas con algún defecto. Siempre hubo chistes de tartamudos y de otros colectivos con algún tipo de defecto físico. Esa etapa ha sido superada hoy por políticamente incorrecta. Si uno hace una broma sobre una persona, pongamos por caso, deficiente visual, inmediatamente protestan las asociaciones que velan por la defensa de los derechos de ese colectivo y el bromista debe rectificar.
-Por no hablar ya de los chistes que hacen mofa y befa de la orientación sexual, de la pertenencia a otras culturas o del nivel de melanina en la epidermis. Nadie con un mínimo de vergüenza hará, por ejemplo, chistes ofensivos contra los hebreos. Pero… insultar a España y los españoles… ¿Quién se va a quejar? Si, a fin de cuentas, nos dicen y esa enseñanza se traslada a los niños en la escuela, España no existe. Por lo tanto no se ofende a nadie. El mecanismo es parecido a la excusa que daban algunos para permitir el congreso batasuno: ¿Cómo negar a un partido político que se reúna si ha sido prohibido por ley y, por lo tanto, no existe? ¿Por qué habríamos de impedir entonces un conciliábulo de narcotraficantes, si sus actividades están prohibidas y, consecuencia de ello, tampoco existen y por lo tanto no hay ni tráfico de drogas ni la gente las consume, salvo en la mente obscena de algunos?
-Las referencias de Rubianes al estallido de las partes pudendas de los individuos objeto de ludibrio entronca con ese humor acaso un tanto ramplón, pero muy socorrido: el de las tartas en la cara, las bofetadas y los tropiezos que aún hoy gozan de mucho predicamento como hemos visto en los noticieros de la tele. Los chicos graban en sus móviles palizas propinadas gratuitamente, en particular a indigentes, o cabriolas anónimas que acaban en batacazos pretendidamente risibles y que circulan luego conforme al célebre pásalo. Los tacos y las alusiones a la fecalidad también gozaron siempre de acomodo en el humor llamado de sal gruesa, no muy refinado, pero humor al fin y al cabo, y tiene sus partidarios que se desternillan de risa ante la profusión de tacos y palabrotas (un humor que siempre ha tenido mucho predicamento en Cataluña).
Pensamos que Rubianes, en la línea del columnista del diario Avui que se acordó tan gentilmente de las madres de los militares, sabe que se aproxima una ola de frío siberiano de aúpa, con las líneas isobaras congeladas en el mapa como estalactitas y, al quite, consciente de sus deberes cívicos como personaje famoso, tan sólo ha pretendido caldear el ambiente para que ese viento gélido no nos cale los huesos y nos deje más secos que la mojama. No tardarán en concederle la creu de Sant Jordi, si es que no la tiene ya.
27/1/2006
La intervención del actor Pepe Rubianes en un programa educativo de TV3 ha suscitado, a nuestro juicio, una polémica injustificada. Muy al contrario sus declaraciones se atienen no sólo a la línea editorial de dicho medio sino al talante y la filosofía pedagógicas auspiciadas por el tripartito, trasladadas al ámbito del humorismo. Veamos:
-Por un lado su formato humorístico es, por tradicional, impecable. El humor tiende a señalar personas con algún defecto. Siempre hubo chistes de tartamudos y de otros colectivos con algún tipo de defecto físico. Esa etapa ha sido superada hoy por políticamente incorrecta. Si uno hace una broma sobre una persona, pongamos por caso, deficiente visual, inmediatamente protestan las asociaciones que velan por la defensa de los derechos de ese colectivo y el bromista debe rectificar.
-Por no hablar ya de los chistes que hacen mofa y befa de la orientación sexual, de la pertenencia a otras culturas o del nivel de melanina en la epidermis. Nadie con un mínimo de vergüenza hará, por ejemplo, chistes ofensivos contra los hebreos. Pero… insultar a España y los españoles… ¿Quién se va a quejar? Si, a fin de cuentas, nos dicen y esa enseñanza se traslada a los niños en la escuela, España no existe. Por lo tanto no se ofende a nadie. El mecanismo es parecido a la excusa que daban algunos para permitir el congreso batasuno: ¿Cómo negar a un partido político que se reúna si ha sido prohibido por ley y, por lo tanto, no existe? ¿Por qué habríamos de impedir entonces un conciliábulo de narcotraficantes, si sus actividades están prohibidas y, consecuencia de ello, tampoco existen y por lo tanto no hay ni tráfico de drogas ni la gente las consume, salvo en la mente obscena de algunos?
-Las referencias de Rubianes al estallido de las partes pudendas de los individuos objeto de ludibrio entronca con ese humor acaso un tanto ramplón, pero muy socorrido: el de las tartas en la cara, las bofetadas y los tropiezos que aún hoy gozan de mucho predicamento como hemos visto en los noticieros de la tele. Los chicos graban en sus móviles palizas propinadas gratuitamente, en particular a indigentes, o cabriolas anónimas que acaban en batacazos pretendidamente risibles y que circulan luego conforme al célebre pásalo. Los tacos y las alusiones a la fecalidad también gozaron siempre de acomodo en el humor llamado de sal gruesa, no muy refinado, pero humor al fin y al cabo, y tiene sus partidarios que se desternillan de risa ante la profusión de tacos y palabrotas (un humor que siempre ha tenido mucho predicamento en Cataluña).
Pensamos que Rubianes, en la línea del columnista del diario Avui que se acordó tan gentilmente de las madres de los militares, sabe que se aproxima una ola de frío siberiano de aúpa, con las líneas isobaras congeladas en el mapa como estalactitas y, al quite, consciente de sus deberes cívicos como personaje famoso, tan sólo ha pretendido caldear el ambiente para que ese viento gélido no nos cale los huesos y nos deje más secos que la mojama. No tardarán en concederle la creu de Sant Jordi, si es que no la tiene ya.
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