Aleix VIDALQUADRAS
Madrid 30 de enero de 2006
He podido ver y escuchar en la Red las declaraciones de Pepe Rubianes en el programa «El Club» de TV3 en las que profiere expresiones soeces sobre su propio país y sobre sus compatriotas. Las palabras del actor gallego afincado en Cataluña han causado el esperado escándalo, especialmente por haber sido pronunciadas en una etapa de nuestra vida pública en la que la carrera hacia la disgregación ha adquirido en España una velocidad de vértigo. Sin embargo, más que condenar el léxico tabernario de su intervención, que sin duda provoca náuseas a cualquier persona mínimamente civilizada, me interesa llamar la atención sobre el fondo de este episodio repulsivo. La tesis de Rubianes es básicamente que la transición fue un fraude en el que «a la izquierda se le dio por...», en fin, ya me entienden.
Hay que señalar que en este punto de su exposición,la denuncia del gran pacto civil de 1978 como una estafa y una traición, su anfitrión, Albert Om, le jaleaba con sonrisa cómplice y gestos de aquiescencia, lo que indica el carácter conciliador y responsable de la línea editorial de la televisión pública catalana. Otro elemento a destacar de las tesis del lenguaraz cómico es la peregrina afirmación de que «media Extremadura come de Cataluña» y que «hasta los perros rabiosos lamen la mano que los alimenta». Veamos adónde conducen estas dos corrosivas mentiras. Si la transición fue un gran engaño, una trampa tendida por la reacción a las fuerzas de progreso, procede revisarla y darla por no realizada, regresar a los días siguientes a la muerte del general Franco y optar por la ruptura violenta en vez de por la reforma ordenada.
En cuanto a la idea de que Cataluña alimenta a Extremadura, lleva a la conclusión de que lo correcto es acabar con semejante timo y liquidar la solidaridad entre españoles. Por supuesto, el modélico acuerdo que nos devolvió la democracia no sólo no constituyó una argucia de la derecha malévola en la que cayó una izquierda ingenua, sino que ha sido reconocido por todo el mundo como un ejemplo a seguir en situaciones de cambio expuestas a la inestabilidad y al enfrentamiento. Por otra parte, la que ha recibido un mayor beneficio objetivo de las oleadas de inmigrantes que llegaron a su territorio a lo largo del siglo XX procedentes de otras partes de España ha sido Cataluña, porque gracias a este esforzado capital humano ha podido crecer y desarrollarse y salvar hasta su lengua, que sin este aporte demográfico indispensable hoy estaría próxima a la extinción. Las idioteces salpicadas de groserías de Pepe Rubianes no serían más que una anécdota grotesca a cargo de un perturbado, pero la hora elegida para emitirlas, la complacencia del entrevistador y los aplausos inducidos de las personas presentes en el plató denotan una maniobra de profundo calado, perfectamente pensada y organizada para conducirnos al desastre.
Madrid 30 de enero de 2006
He podido ver y escuchar en la Red las declaraciones de Pepe Rubianes en el programa «El Club» de TV3 en las que profiere expresiones soeces sobre su propio país y sobre sus compatriotas. Las palabras del actor gallego afincado en Cataluña han causado el esperado escándalo, especialmente por haber sido pronunciadas en una etapa de nuestra vida pública en la que la carrera hacia la disgregación ha adquirido en España una velocidad de vértigo. Sin embargo, más que condenar el léxico tabernario de su intervención, que sin duda provoca náuseas a cualquier persona mínimamente civilizada, me interesa llamar la atención sobre el fondo de este episodio repulsivo. La tesis de Rubianes es básicamente que la transición fue un fraude en el que «a la izquierda se le dio por...», en fin, ya me entienden.
Hay que señalar que en este punto de su exposición,la denuncia del gran pacto civil de 1978 como una estafa y una traición, su anfitrión, Albert Om, le jaleaba con sonrisa cómplice y gestos de aquiescencia, lo que indica el carácter conciliador y responsable de la línea editorial de la televisión pública catalana. Otro elemento a destacar de las tesis del lenguaraz cómico es la peregrina afirmación de que «media Extremadura come de Cataluña» y que «hasta los perros rabiosos lamen la mano que los alimenta». Veamos adónde conducen estas dos corrosivas mentiras. Si la transición fue un gran engaño, una trampa tendida por la reacción a las fuerzas de progreso, procede revisarla y darla por no realizada, regresar a los días siguientes a la muerte del general Franco y optar por la ruptura violenta en vez de por la reforma ordenada.
En cuanto a la idea de que Cataluña alimenta a Extremadura, lleva a la conclusión de que lo correcto es acabar con semejante timo y liquidar la solidaridad entre españoles. Por supuesto, el modélico acuerdo que nos devolvió la democracia no sólo no constituyó una argucia de la derecha malévola en la que cayó una izquierda ingenua, sino que ha sido reconocido por todo el mundo como un ejemplo a seguir en situaciones de cambio expuestas a la inestabilidad y al enfrentamiento. Por otra parte, la que ha recibido un mayor beneficio objetivo de las oleadas de inmigrantes que llegaron a su territorio a lo largo del siglo XX procedentes de otras partes de España ha sido Cataluña, porque gracias a este esforzado capital humano ha podido crecer y desarrollarse y salvar hasta su lengua, que sin este aporte demográfico indispensable hoy estaría próxima a la extinción. Las idioteces salpicadas de groserías de Pepe Rubianes no serían más que una anécdota grotesca a cargo de un perturbado, pero la hora elegida para emitirlas, la complacencia del entrevistador y los aplausos inducidos de las personas presentes en el plató denotan una maniobra de profundo calado, perfectamente pensada y organizada para conducirnos al desastre.
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