Jordi Pujol habla hoy en Abc como si nada fuera con él. Es decir, como si no hubiera sentado las bases de la corrupción nacionalista. Es decir Vargas Llosa: “Una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo (y su correlato inevitable), que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista —la nación— el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo.” Poco de lo que declara tiene interés. Estas palabras finales: “Y también España —repito, emergente y hosca— ¿hacia dónde camina?” Emergente y hosca. Esta es la clave de los graves problemas del nacionalismo catalán. “Hosca” no supone novedad alguna, desde luego. El problema es “emergente”. No estaban acostumbrados a esto. El sentido tradicional del nacionalismo catalán es una España de ajo y agua, siempre conmovedoramente dispuesta a ser regenerada. No han sabido hacer frente a una España que ha crecido sin ellos, y en cierto modo, a pesar de ellos.
Emergente y hosca, qué síntesis tan exacta. El estulto Estatuto puede ser perfectamente interpretado desde este punto de vista: un desesperado intento de hacerse oír de nuevo, de plantarse y decir eh, aquí hay problemas.
Operación patética: la segunda y última cosa interesante que dice Pujol en esta entrevista es que tanto si se aprueba como si no, la operación no va a ser un buen negocio para los ciudadanos de Cataluña (bien: él dice “Cataluña”). Otra cosa es que resulte un buen negocio para el nacionalismo.
El único objetivo real del nacionalismo catalán es obstaculizar el desarrollo español y trabajar por la provincialización de España. Reducir, a la desesperada, de cualquier estulta manera, ese diferencial de progreso que empieza a ser humillante. Enrocado en sus mentiras locales, cultivando el victimismo más rancio y las maneras totalitarias más audaces, aún puede seguir contando con el apoyo de buena parte de los ciudadanos. On verra hasta cuándo. Hosca y emergente. Ni en sus peores pesadillas habían imaginado los nacionalistas catalanes que ése iba a ser el saldo del divorcio. ¿Hosca y emergente? Estos dos adjetivos sólo podrían corresponderle a Cataluña. Y ha sido que no. Ya ha sido que no. El nacionalismo es una melancolía, dijo Juaristi.
Pero el problema de la derrota de Cataluña, y sus perniciosos efectos melancólicos, es que no se hunde en la leyenda del tiempo. Está pasando, lo están viendo.
Emergente y hosca, qué síntesis tan exacta. El estulto Estatuto puede ser perfectamente interpretado desde este punto de vista: un desesperado intento de hacerse oír de nuevo, de plantarse y decir eh, aquí hay problemas.
Operación patética: la segunda y última cosa interesante que dice Pujol en esta entrevista es que tanto si se aprueba como si no, la operación no va a ser un buen negocio para los ciudadanos de Cataluña (bien: él dice “Cataluña”). Otra cosa es que resulte un buen negocio para el nacionalismo.
El único objetivo real del nacionalismo catalán es obstaculizar el desarrollo español y trabajar por la provincialización de España. Reducir, a la desesperada, de cualquier estulta manera, ese diferencial de progreso que empieza a ser humillante. Enrocado en sus mentiras locales, cultivando el victimismo más rancio y las maneras totalitarias más audaces, aún puede seguir contando con el apoyo de buena parte de los ciudadanos. On verra hasta cuándo. Hosca y emergente. Ni en sus peores pesadillas habían imaginado los nacionalistas catalanes que ése iba a ser el saldo del divorcio. ¿Hosca y emergente? Estos dos adjetivos sólo podrían corresponderle a Cataluña. Y ha sido que no. Ya ha sido que no. El nacionalismo es una melancolía, dijo Juaristi.
Pero el problema de la derrota de Cataluña, y sus perniciosos efectos melancólicos, es que no se hunde en la leyenda del tiempo. Está pasando, lo están viendo.
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