domingo, enero 15, 2006

Arcadi, 15 de enero


Jordi Pujol habla hoy en Abc como si nada fuera con él. Es decir, como si no hubiera sentado las bases de la corrupción nacionalista. Es decir Vargas Llosa: “Una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo (y su correlato inevitable), que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista —la nación— el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo.” Poco de lo que declara tiene interés. Estas palabras finales: “Y también España —repito, emergente y hosca— ¿hacia dónde camina?” Emergente y hosca. Esta es la clave de los graves problemas del nacionalismo catalán. “Hosca” no supone novedad alguna, desde luego. El problema es “emergente”. No estaban acostumbrados a esto. El sentido tradicional del nacionalismo catalán es una España de ajo y agua, siempre conmovedoramente dispuesta a ser regenerada. No han sabido hacer frente a una España que ha crecido sin ellos, y en cierto modo, a pesar de ellos.

Emergente y hosca, qué síntesis tan exacta. El estulto Estatuto puede ser perfectamente interpretado desde este punto de vista: un desesperado intento de hacerse oír de nuevo, de plantarse y decir eh, aquí hay problemas.

Operación patética: la segunda y última cosa interesante que dice Pujol en esta entrevista es que tanto si se aprueba como si no, la operación no va a ser un buen negocio para los ciudadanos de Cataluña (bien: él dice “Cataluña”). Otra cosa es que resulte un buen negocio para el nacionalismo.

El único objetivo real del nacionalismo catalán es obstaculizar el desarrollo español y trabajar por la provincialización de España. Reducir, a la desesperada, de cualquier estulta manera, ese diferencial de progreso que empieza a ser humillante. Enrocado en sus mentiras locales, cultivando el victimismo más rancio y las maneras totalitarias más audaces, aún puede seguir contando con el apoyo de buena parte de los ciudadanos. On verra hasta cuándo. Hosca y emergente. Ni en sus peores pesadillas habían imaginado los nacionalistas catalanes que ése iba a ser el saldo del divorcio. ¿Hosca y emergente? Estos dos adjetivos sólo podrían corresponderle a Cataluña. Y ha sido que no. Ya ha sido que no. El nacionalismo es una melancolía, dijo Juaristi.

Pero el problema de la derrota de Cataluña, y sus perniciosos efectos melancólicos, es que no se hunde en la leyenda del tiempo. Está pasando, lo están viendo.

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