JUAN PEDRO QUIÑONERO
ABC 14-01-06
La gestión gubernamental de los problemas vascos, catalanes, europeos y americanos es percibida en Londres, París, Berlín, Moscú y Santiago de Chile en términos harto confusos.
El Economist publica un editorial benevolente y una crónica agridulce sobre los zigzags del presidente Zapatero, estimando que, finalmente, su capacidad de decir a todo el mundo lo que cada cual desea oír, para «colarse» él entre esas maniobras, está llegando al límite de lo razonable, a la luz de la gravedad de los problemas pendientes. El Economist estima que «los nacionalistas nunca estarán satisfechos con las posibles concesiones», pero considera plausible, por razones tácticas, dialogar con ellos, para intentar diluir sus demandas de independencia. Sin embargo, en definitiva, concluye, en el caso de Cataluña no cabrán apaños ni chapuzas.
Menos irónico y más solemne, en el fondo, Le Monde titula: «Tempestad en torno al congreso de Batasuna». Y describe por lo menudo la complejidad inflamable del problema vasco, con su largo rosario de incertidumbres judiciales, agravadas por la ligereza política de fondo, que, a su modo de ver, pudiera precipitar problemas inéditos, si, por ejemplo, comenta, el Foro de Ermua decidise abrir un nuevo frente judicial contra los «responsables» del congreso de Batasuna, comenzando por el presidente Zapatero.
Esa marea negra de fondo está matizada con rachas graneadas de granizo diplomático. En Viena, Die Presse publica unas declaraciones de Liese Prokop, la ministra austríaca de Interior, comentando los problemas de inmigración, en Europa, con pocas concesiones a la política española. En Múnich, Süddeutsche Zeitung glosa la visita a Washington de Angela Merkel dejando caer, de pasada, las inexistentes relaciones Bush/Zapatero. Por el contrario, la edición online de Pravda, en Moscú, se regodea en la crisis hispano-norteamericana por la venta de armas a Hugo Chávez.
En ese terreno, desde Santiago de Chile, Felipe González tampoco está en una sintonía absoluta con Zapatero, declarando a El Mercurio: «La verdad es que no me siento identificado con la izquierda del Chávez». Aportando este matiz sobre Irak: «Seguramente, yo habría retirado las tropas. Pero lo más probable es que no de la misma forma. Creo que lo hubiera hecho con más consultas, más precauciones».
ABC 14-01-06
La gestión gubernamental de los problemas vascos, catalanes, europeos y americanos es percibida en Londres, París, Berlín, Moscú y Santiago de Chile en términos harto confusos.
El Economist publica un editorial benevolente y una crónica agridulce sobre los zigzags del presidente Zapatero, estimando que, finalmente, su capacidad de decir a todo el mundo lo que cada cual desea oír, para «colarse» él entre esas maniobras, está llegando al límite de lo razonable, a la luz de la gravedad de los problemas pendientes. El Economist estima que «los nacionalistas nunca estarán satisfechos con las posibles concesiones», pero considera plausible, por razones tácticas, dialogar con ellos, para intentar diluir sus demandas de independencia. Sin embargo, en definitiva, concluye, en el caso de Cataluña no cabrán apaños ni chapuzas.
Menos irónico y más solemne, en el fondo, Le Monde titula: «Tempestad en torno al congreso de Batasuna». Y describe por lo menudo la complejidad inflamable del problema vasco, con su largo rosario de incertidumbres judiciales, agravadas por la ligereza política de fondo, que, a su modo de ver, pudiera precipitar problemas inéditos, si, por ejemplo, comenta, el Foro de Ermua decidise abrir un nuevo frente judicial contra los «responsables» del congreso de Batasuna, comenzando por el presidente Zapatero.
Esa marea negra de fondo está matizada con rachas graneadas de granizo diplomático. En Viena, Die Presse publica unas declaraciones de Liese Prokop, la ministra austríaca de Interior, comentando los problemas de inmigración, en Europa, con pocas concesiones a la política española. En Múnich, Süddeutsche Zeitung glosa la visita a Washington de Angela Merkel dejando caer, de pasada, las inexistentes relaciones Bush/Zapatero. Por el contrario, la edición online de Pravda, en Moscú, se regodea en la crisis hispano-norteamericana por la venta de armas a Hugo Chávez.
En ese terreno, desde Santiago de Chile, Felipe González tampoco está en una sintonía absoluta con Zapatero, declarando a El Mercurio: «La verdad es que no me siento identificado con la izquierda del Chávez». Aportando este matiz sobre Irak: «Seguramente, yo habría retirado las tropas. Pero lo más probable es que no de la misma forma. Creo que lo hubiera hecho con más consultas, más precauciones».
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