domingo, enero 15, 2006

Felipe González: "El Estatut es una cagada y Zapatero un mierda"

Un encuentro en la sede de UGT en Sevilla dio pie al ex presidente a analizar sin corsés la situación de España, especialmente en torno a la espiral abierta por el debate del Estatut.

10 de enero de 2006.
La historia con minúscula del proyecto de nuevo Estatuto de Cataluña de marras es la de la manifestación obscena de las ansias de poder que anidan en el alma separatista, la querencia al poder, el afán de gloria terrena, y lo que un presidente de Gobierno está dispuesto a hacer para permanecer en el poder en una democracia con pocos demócratas y mucho aprendiz de déspota. Poca práctica, poca querencia democrática. Se acercan días difíciles y la fractura social amenaza la convivencia por culpa de quienes aspiran a mear más alto. Un deterioro de la convivencia se aprecia en los centros de trabajo, en los lugares de ocio, incluso en el seno de las familias.

De forma casi milagrosa, el PSOE sigue conservando un alto grado de cohesión interna, seguramente porque está convencido de que le va la vida en ello. Dirigentes socialistas, críticos con el texto estatutario, admiten ya en privado que la única salida que les queda es que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero llegue hasta el final porque un rechazo ahora al Estatuto catalán sería todavía más contraproducente. Pero ese cerrar filas no podrá mantenerse durante mucho tiempo si la letra de la sardana final desafina y confirma los malos augurios que florecen por doquier. El socialismo vive momentos muy delicados, soportando un durísimo desgaste por culpa de un erróneo pilotaje político del jefe del Ejecutivo, pájaro en vuelo que llegó con plomo en su ala izquierda: el espeso, pesado plomo de contentar a sus furiosos compañeros de credo nacionalista.

Felipe se soltó la melena

Los síntomas del cataclismo los rubricó en una reunión prenavideña en Sevilla, en la sede provincial de UGT, con socialistas de antes y de ahora, el ex presidente Felipe González. Tenía bastante con cumplir el expediente. Sin embargo, la realidad fue muy distinta. Cualquier asomo de gentil discurso quedó aplastado por el poso destilado por el rostro de un González que repartió sablazos de forma inmisericorde contra Zapatero.

"Muy duro Felipe", me advertía uno de los presentes. "Por estar en su casa" se permitió el lujo de hablar con claridad sobre el jefe del Ejecutivo y su política. Hablando en tono muy crítico de la situación, González llegó a decir –siempre según la versión de este asistente- que "el estatuto de Cataluña era una cagada porque Zapatero es un mierda". Y puede que para muchos sea una boutade -de la que por cierto se rumorea que existe acta en forma de grabación- a las que tan aficionado es el ego del viejo inquilino de La Moncloa, pero puede también que para otros muchos Felipe diera en el clavo: la situación ha tomado tales derroteros de gravedad por la falta de un liderazgo claro, un objetivo de dónde se quiere llegar y cómo hacerlo.

Ni se hablan

En el clima informal y campechano de un encuentro entre amigos, González manifestó así su descontento profundo con José Luis Rodríguez Zapatero. En el ambiente quedó flotando la sensación de que el sevillano ha llegado a detestar personalmente al leonés. "Es una especie de desprecio personal que va más allá de la diferencia de ideas", dice mi fuente. "Felipe –añade- trató a José Luis con profundo desdén". La otrora esbelta, prometedora figura de ave migratoria que componía Zapatero es hoy nube con plomo en ambas alas, ave herida por el rayo furioso de ese veterano rey tronante. Es algo que por lo demás percibían amigos y enemigos del felipismo. Siendo todo esto así, la ruptura entre ambos presidentes es de tal calibre que ya no se hablan. "No hay comunicación entre ellos" es una frase textual de un dirigente de la calle Ferraz.

Según lo que han ido comentando fuentes monclovitas a lo largo de todo el debate estatutario, "el presidente del Gobierno ha venido recibiendo presiones o comentarios de la vieja guardia del PSOE sobre el proyecto catalán, y ya decidió hacerles poco caso manteniendo su apuesta reformista". Lo que no se atreve a aventurar nadie son las consecuencias que tendrían para José Luis Rodríguez Zapatero si el escatológico pronunciamiento de Felipe González estuviese grabado y se hiciera público.

Miguel Ángel Orellana

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