sábado, mayo 20, 2006

Sobre la posición de Unió Democrática de Cataluña respecto al Título I del Proyecto del “Estatut”


     

Comentario de Pablo Nuevo:     

En mi opinión, la nota de los obispos catalanes sobre el Estatuto es,cuando menos, desconcertante.

No entiendo muy bien que digan que "valoran positivamente todo aquello que el progreso del autogobierno puede aportar a Cataluña: redireccionamiento [redreçament] del país, apoyo a la lengua y a la cultura propias,fortalecimiento de las instituciones catalanas y mejora de su financiación."

Aun asumiendo las tesis nacionalistas que consideran aplicables a Cataluña las referencias a los derechos de las naciones de Juan Pablo II (en lo que por cierto no coincido: son referencias del magisterio a naciones colonizadas, y no a realidades que llevan siglos conviviendo en la misma comunidad política, como es el caso de Cataluña en España), la articulación concreta de esos derechos -en el marco del bien común- pertenece al ámbito de lo prudencial. Por tanto, aun en el supuesto de que el nuevo Estatuto realmente implicara un avance en el autogobierno, no corresponde a los obispos entrar en esta valoración.

Ese primer párrafo es injusto con los católicos no nacionalistas, y me parece muy desafortunado.

Lo que parecen no haber reflexionado los obispos es que por decirlo finamente se puede dudar seriamente de que el Estatuto aprobado por el Parlament y las Cortes favorezca la cultura catalana o el autogobierno (por ejemplo: el título dedicado al Poder Judicial no se limita a garantizar que los catalanes pueden pedir justicia en catalán, lo cual me parece perfecto, sino que somete los jueces a la Generalidad; repite lo que hizo el PSOE a escala española en 1985, politizando la Justicia).

Por otro lado, el texto aprobado por el Congreso es completamente intervencionista. ¿Dónde está la libertad de iniciativa, de la que habla la Centesimus Annus? Creo que limitar el juicio negativo al Estatuto a su Título I me parece equivocado (y no estoy entrando en cuestiones identitarias o competenciales; sólo modelo de sociedad, pues el intervencionismo no está sólo en el Título I).

Si para los obispos este avance en el autogobierno hace posible que un católico "en conciencia" pueda votar sí al Estatuto (a pesar del Título I), sinceramente no entiendo qué es para ellos la conciencia. Un católico puede apoyar una ley anticristiana (se supone que lo del Título I: familia, vida, etc. no es opinable) que permite "avanzar" en lo opinable.

El núm. 4 de la Nota Doctrinal sobre la participación de los católicos en la política (elaborada por la Congregación para la doctrina de la fe en 2002, firmada y aprobada por el Papa Juan Pablo II) señala lo siguiente: "Hay que añadir que la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Ya que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica. El compromiso político a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad de la búsqueda del bien común en su totalidad".

Si el Estatuto (ley particular: es una única ley en que no se pueden distinguir aspectos; con propuestas contrarias a la fe y la moral: como mínimo el Título I) no entra en la categoría de lo que una conciencia bien formada no puede apoyar con su voto, sinceramente no sé qué ley es inaceptable para un católico.

La misma ley que despenaliza el aborto exige que se haga en una clínica y con garantías sanitarias para la madre. De hecho, la argumentación pro-abortista ha sido, tradicionalmente, esta: "siempre va a haber aborto; por tanto, en lugar de abortos clandestinos (con riesgo para la vida de la madre), hagamos posible un aborto seguro, practicado por médicos, para casos excepcionales, rodeado de todas las garantías". ¿Significa que dado que la ley tiene aspectos "positivos" (garantiza la atención médica a la madre) se puede votar en conciencia la ley del aborto? No hay que ser un experto en moral o doctrina social de la Iglesia para ver que la nota de los obispos es desacertada.

Además, la misma estructura de la nota es anti-pedagógica. Primero, se señala un aspecto "positivo" del Estatuto. Después, se señala lo negativo (la preocupación que suscita el Título I). Y, finalmente, se concluye apelando a la conciencia. Parece que estén diciendo: si os gusta más lo positivo, adelante, que no pasa nada. Cuando los medios presentan la nota diciendo que da "libertad de voto", los obispos no rectifican (¡cómo van a hacerlo, si el de Tarragona dijo que se podía votar a favor).

¿Dónde queda la formación de la conciencia de los fieles?

Yo entiendo que las preferencias políticas de un católico le animen a ver con buenos ojos el Estatuto y su supuesto avance en el autogobierno (creo que avanza el control de la Generalitat, no el autogobierno de los catalanes de carne y hueso), pero no creo que esas preferencias puedan pasar por encima del modelo antropológico que impregna el Estatuto.

El juicio debe hacerse sobre lo concreto, y el Estatuto es un único texto legal. No se trata de una discusión acerca de los derechos de las naciones y los Estados, sino de juzgar moralmente el texto que se convertirá en la norma institucional básica de Cataluña.

Recientemente, el Papa ha beatificado al cardenal von Galen, obispo de Münster (Alemania), que había liderado la resistencia católica contra los nazis. Después de la guerra el cardenal von Galen repasó su actuación diciendo: “Dios me puso en una situación que me obligaba a llamar negro a lo negro, y blanco a lo blanco, como se dice en la ordenación episcopal.Sabía que podía hablar en nombre de miles de personas que, como yo, estaban convencidas de que solamente apoyándose en el fundamento del cristianismo nuestro pueblo alemán puede estar verdaderamente unido y alcanzar un futuro bendito”.

Lástima que nuestros obispos no hayan llamado blanco a lo blanco, negro a lo negro.

Un saludo,

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