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Nueva pedrada del estadista Zapatero para añadir a su ya voluminoso lapidario político: "La cintura es la esencia de la democracia". ¿Qué tal, eh? La frase, desde luego, debe de tener su miga porque Rodríguez considera que vale como contra-argumento universal, por ejemplo para contrarrestar el aluvión de razones desplegadas por Rajoy a cuenta de la reciente aportación andaluza a la monumental chapuza autonómica del neo-socialismo confederalista. Frase enjundiosa, frase campanuda y que, lo mismo que las misteriosas sentencias de los oráculos, está llamada a suscitar todo tipo de interpretaciones.
Porque, puestos a escoger, Zetapé podía haber escogido cualquier otra parte de la anatomía: por ejemplo, el rostro, y entonces hubiéramos pensado que se estaba refiriendo a nuestro querido Rubalcaba. O los pies, y enseguida nos hubiera venido a la mente la imagen de Fernández de la Vega entregada al hechizo de las danzas africanas. O, por qué no, las manos, y en tal caso la evocación habría correspondido a Montilla, el ministro que mejor sabe ponerlas al modo egipcio para obtener condonaciones de las deudas millonarias de su partido. Claro que también hubiera podido ir un poco más arriba, hasta las muñecas, y ahí hubiera acudido el diligente Alonso con sus esposas para detenciones ilegales "marca Ferraz".
Pero no, Zetapé dijo "cintura", y si lo dijo seguro que fue por algún motivo de peso, porque no es el leonés de Valladolid hombre dado a las improvisaciones y ocurrencias, qué va. ¿Por qué, entonces, la cintura? Tras mucho cavilar, creemos haber dado con la solución del enigma: la clave está en el "twist". Porque para Zapatero las esencias democráticas radican, ni más ni menos, que en el arte de la danza, en bailar girando vertiginosamente alrededor de la verdad, pero sin que ésta nunca te toque.
Ríanse de los esforzados concursantes de "Mira quién baila". Zapatero se basta y se sobra él solito para darles a todos sopas con honda con sus acrobáticas piruetas por los hemiciclos de San Jerónimo y Marina Española. Sin ir más lejos, esta semana pudimos disfrutar en el Senado de un nuevo espectáculo de cintura zapateril, a propósito de la crisis migratoria sufrida por Canarias en los últimos días. En este caso, la triste evidencia que nuestro gran presidente debía esquivar era la de la afluencia masiva de miles de subsaharianos sobre las costas del Archipiélago, y su consiguiente hacinamiento en unos centros temporales cuya capacidad de acogida se ha visto netamente desbordada. ¿Alguien dijo problema? Nada que no pueda solucionarse con una buena sesión de "twist" a lo Zetapé: no hay oleadas masivas de inmigrantes, sino "desplazamiento de flujos", y en los centros de internamiento sobran tantas plazas, que se las van a dar a Trujillo para que las incorpore a la oferta de su fantástica Sociedad Pública de Alquiler, esa que es capaz de arrendar 1.200 pisos en siete meses y con sólo 3.000 funcionarios...
Resulta difícil saber quién gobierna (de verdad) hoy, en España. Sin embargo, cada vez que contemplamos a Zapatero, al menos podemos decir: "Mira quién baila".
Nueva pedrada del estadista Zapatero para añadir a su ya voluminoso lapidario político: "La cintura es la esencia de la democracia". ¿Qué tal, eh? La frase, desde luego, debe de tener su miga porque Rodríguez considera que vale como contra-argumento universal, por ejemplo para contrarrestar el aluvión de razones desplegadas por Rajoy a cuenta de la reciente aportación andaluza a la monumental chapuza autonómica del neo-socialismo confederalista. Frase enjundiosa, frase campanuda y que, lo mismo que las misteriosas sentencias de los oráculos, está llamada a suscitar todo tipo de interpretaciones.
Porque, puestos a escoger, Zetapé podía haber escogido cualquier otra parte de la anatomía: por ejemplo, el rostro, y entonces hubiéramos pensado que se estaba refiriendo a nuestro querido Rubalcaba. O los pies, y enseguida nos hubiera venido a la mente la imagen de Fernández de la Vega entregada al hechizo de las danzas africanas. O, por qué no, las manos, y en tal caso la evocación habría correspondido a Montilla, el ministro que mejor sabe ponerlas al modo egipcio para obtener condonaciones de las deudas millonarias de su partido. Claro que también hubiera podido ir un poco más arriba, hasta las muñecas, y ahí hubiera acudido el diligente Alonso con sus esposas para detenciones ilegales "marca Ferraz".
Pero no, Zetapé dijo "cintura", y si lo dijo seguro que fue por algún motivo de peso, porque no es el leonés de Valladolid hombre dado a las improvisaciones y ocurrencias, qué va. ¿Por qué, entonces, la cintura? Tras mucho cavilar, creemos haber dado con la solución del enigma: la clave está en el "twist". Porque para Zapatero las esencias democráticas radican, ni más ni menos, que en el arte de la danza, en bailar girando vertiginosamente alrededor de la verdad, pero sin que ésta nunca te toque.
Ríanse de los esforzados concursantes de "Mira quién baila". Zapatero se basta y se sobra él solito para darles a todos sopas con honda con sus acrobáticas piruetas por los hemiciclos de San Jerónimo y Marina Española. Sin ir más lejos, esta semana pudimos disfrutar en el Senado de un nuevo espectáculo de cintura zapateril, a propósito de la crisis migratoria sufrida por Canarias en los últimos días. En este caso, la triste evidencia que nuestro gran presidente debía esquivar era la de la afluencia masiva de miles de subsaharianos sobre las costas del Archipiélago, y su consiguiente hacinamiento en unos centros temporales cuya capacidad de acogida se ha visto netamente desbordada. ¿Alguien dijo problema? Nada que no pueda solucionarse con una buena sesión de "twist" a lo Zetapé: no hay oleadas masivas de inmigrantes, sino "desplazamiento de flujos", y en los centros de internamiento sobran tantas plazas, que se las van a dar a Trujillo para que las incorpore a la oferta de su fantástica Sociedad Pública de Alquiler, esa que es capaz de arrendar 1.200 pisos en siete meses y con sólo 3.000 funcionarios...
Resulta difícil saber quién gobierna (de verdad) hoy, en España. Sin embargo, cada vez que contemplamos a Zapatero, al menos podemos decir: "Mira quién baila".
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