Juan Carlos Girauta
http://www.libertaddigital.com/
Una cosa es que prefiramos al PP sobre el PSOE en el gobierno (números y conductas cantan) y otra muy distinta que el objetivo sea el triunfo de un partido en concreto. Que nadie se equivoque: importan las libertades y la unidad de España. Para el jefe de la oposición, las sospechas sobre la participación etarra en el 11-M son "asunto superado". Sin embargo, dice, nadie sabe quién fue el autor de los atentados, ni por qué se cometieron, ni cómo se organizaron. Es decir, que no sabemos nada… salvo que la ETA no participó.
Es un alivio, pues la coincidencia temporal de las caravanas de la muerte, el coche de los unos robado en el callejón de los otros, los nombres etarras aparecidos en un inadecuado bolsillo o los papeles sobre la ETA desperdigados en la explosión de Leganés nos daban que pensar. Rajoy ha llegado a tiempo de exculpar a la banda designada por Rodríguez para dictar la agenda política española de los próximos años. Darle a la ETA ya no es correcto.
Desacreditada queda de una vez por todas la "línea de investigación" a la que Acebes se aferraba en sus torturadas comparecencias públicas tras la masacre. La línea que le costó a Zaplana y a don Ángel pasar a la condición de amortizados "corbatas negras" en la visión de Piqué. La línea que el grupo mediático ante el que Rajoy vierte sus incertidumbres (y su única certidumbre) se dedicó a minar en orquestada asonada rubalcabesca. Contra el reloj.
No vaya a ser que las declaraciones de don Mariano a El País, en vez de basarse en informaciones y análisis, sean fruto de una cierta concepción del marketing político. La misma que tan caro viene pagando el centro-derecha español desde que unos listos decidieron que Aznar tenía que bajar el tono ante Felipe González. La que mantiene a los políticos de la derecha acorralados pero contentos, proscritos pero esperanzados con volver un día a pisar moqueta, que es lo suyo. La inevitable lucha a cara de perro, que la libren otros. Pues no.
Una cosa es que prefiramos al PP sobre el PSOE en el gobierno (números y conductas cantan) y otra muy distinta que el objetivo de los opinadores sea el triunfo de un partido en concreto. Que nadie se equivoque: importan las libertades y la unidad de España. Si la derecha va a dar por bueno, cuando vuelva al gobierno, el estado de cosas resultante del cambio de régimen; si llama como Piqué a sufrir sin más el Estatuto soberanista de Cataluña; si renuncia a comunicar a los españoles que trabajará desde la ley para corregir todos los abusos y devolver al país la estabilidad política e institucional, entonces… tiempo muerto y que la derecha se renueve. Será deprimente ver a los gobernantes autonómicos populares en la carrera de desafuero competencial y de las identidades nacionales, renunciando definitivamente a su discurso y a sus principios.
La cura vendrá sola. Si siguen por ahí, volverán a ganar los socialistas, tendrán que salir de escena quienes ya no representan las aspiraciones de sus electores e, inevitablemente, un clamor exigirá la refundación del PP. Lo que importa no son las siglas o familias que gobiernan, sino la democracia y la libertad. No parece tan difícil de entender.
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Una cosa es que prefiramos al PP sobre el PSOE en el gobierno (números y conductas cantan) y otra muy distinta que el objetivo sea el triunfo de un partido en concreto. Que nadie se equivoque: importan las libertades y la unidad de España. Para el jefe de la oposición, las sospechas sobre la participación etarra en el 11-M son "asunto superado". Sin embargo, dice, nadie sabe quién fue el autor de los atentados, ni por qué se cometieron, ni cómo se organizaron. Es decir, que no sabemos nada… salvo que la ETA no participó.
Es un alivio, pues la coincidencia temporal de las caravanas de la muerte, el coche de los unos robado en el callejón de los otros, los nombres etarras aparecidos en un inadecuado bolsillo o los papeles sobre la ETA desperdigados en la explosión de Leganés nos daban que pensar. Rajoy ha llegado a tiempo de exculpar a la banda designada por Rodríguez para dictar la agenda política española de los próximos años. Darle a la ETA ya no es correcto.
Desacreditada queda de una vez por todas la "línea de investigación" a la que Acebes se aferraba en sus torturadas comparecencias públicas tras la masacre. La línea que le costó a Zaplana y a don Ángel pasar a la condición de amortizados "corbatas negras" en la visión de Piqué. La línea que el grupo mediático ante el que Rajoy vierte sus incertidumbres (y su única certidumbre) se dedicó a minar en orquestada asonada rubalcabesca. Contra el reloj.
No vaya a ser que las declaraciones de don Mariano a El País, en vez de basarse en informaciones y análisis, sean fruto de una cierta concepción del marketing político. La misma que tan caro viene pagando el centro-derecha español desde que unos listos decidieron que Aznar tenía que bajar el tono ante Felipe González. La que mantiene a los políticos de la derecha acorralados pero contentos, proscritos pero esperanzados con volver un día a pisar moqueta, que es lo suyo. La inevitable lucha a cara de perro, que la libren otros. Pues no.
Una cosa es que prefiramos al PP sobre el PSOE en el gobierno (números y conductas cantan) y otra muy distinta que el objetivo de los opinadores sea el triunfo de un partido en concreto. Que nadie se equivoque: importan las libertades y la unidad de España. Si la derecha va a dar por bueno, cuando vuelva al gobierno, el estado de cosas resultante del cambio de régimen; si llama como Piqué a sufrir sin más el Estatuto soberanista de Cataluña; si renuncia a comunicar a los españoles que trabajará desde la ley para corregir todos los abusos y devolver al país la estabilidad política e institucional, entonces… tiempo muerto y que la derecha se renueve. Será deprimente ver a los gobernantes autonómicos populares en la carrera de desafuero competencial y de las identidades nacionales, renunciando definitivamente a su discurso y a sus principios.
La cura vendrá sola. Si siguen por ahí, volverán a ganar los socialistas, tendrán que salir de escena quienes ya no representan las aspiraciones de sus electores e, inevitablemente, un clamor exigirá la refundación del PP. Lo que importa no son las siglas o familias que gobiernan, sino la democracia y la libertad. No parece tan difícil de entender.
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