La primavera ha venido y esta vez, por fin, sabemos cómo ha sido: la ha traído Zetapé. Hoy, nuestro Estado pluri-poli-heteronacional rezuma alegre optimismo por todos sus poros diferenciales. Al paso alegre de la paz, todos los despreocupados habitantes de Hamelin desfilan tras el flautista cuyas seductoras melodías son incansablemente reproducidas por todas las cadenas televisivas, hoy más cadenas que nunca.
Y, ¿qué quieren que les digamos? Pues que la primavera es muy hermosa y a ver quién es el guapo que se atreve a negarlo. Aunque también es verdad que, como todo en la vida, tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, las alergias o la fiebre del heno, como se decía antes. Y, sí, estos días se escuchan muchos estornudos por estos pagos nuestros. Véase Montilla, que no suelta la caja de pañuelos porque en Bruselas han abierto la ventana y soplan unas corrientes de mercado único europeo que están haciendo revolotear los folios apresurados de sus decretos anti-E.ON. O Narbona, que dicen ha pillado un buen catarro por culpa de sus trasnochadas campestres por las afueras de Madrid en busca de caca de lince.
También es la primavera un tiempo propicio a la languidez del ánimo. Vean si no la Audiencia Nacional, por cuyos corredores se pasean los batasunos triunfales entre los cándidos suspiros de los fiscales asténicos.
Pero, al fin y al cabo, lo que realmente importa es que ha llegado la primavera y todo lo demás pasa a un segundo lugar. Parece ser que el Congreso ha aprobado un Estatuto que prodiga naciones, escatima derechos y derrocha privilegios. Pero eso, ¿a quién le importa?
Y, ¿qué quieren que les digamos? Pues que la primavera es muy hermosa y a ver quién es el guapo que se atreve a negarlo. Aunque también es verdad que, como todo en la vida, tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, las alergias o la fiebre del heno, como se decía antes. Y, sí, estos días se escuchan muchos estornudos por estos pagos nuestros. Véase Montilla, que no suelta la caja de pañuelos porque en Bruselas han abierto la ventana y soplan unas corrientes de mercado único europeo que están haciendo revolotear los folios apresurados de sus decretos anti-E.ON. O Narbona, que dicen ha pillado un buen catarro por culpa de sus trasnochadas campestres por las afueras de Madrid en busca de caca de lince.
También es la primavera un tiempo propicio a la languidez del ánimo. Vean si no la Audiencia Nacional, por cuyos corredores se pasean los batasunos triunfales entre los cándidos suspiros de los fiscales asténicos.
Pero, al fin y al cabo, lo que realmente importa es que ha llegado la primavera y todo lo demás pasa a un segundo lugar. Parece ser que el Congreso ha aprobado un Estatuto que prodiga naciones, escatima derechos y derrocha privilegios. Pero eso, ¿a quién le importa?
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