DAVID TORRES
El Mundo 03-04-06
En la cocina y en la literatura las ranas siempre han dado mucho juego. Hay un experimento que consiste en introducir una rana viva en una olla llena de agua hirviendo. Como casi todos los experimentos con bichejos indefensos, éste es una auténtica putada.El caso es que la rana, apenas toca el agua hirviendo, salta de la olla. En cambio, si se coge una olla con agua fría y se va elevando la temperatura gradualmente, entonces el animalito no se entera de nada y cuando quiere darse cuenta, ya es demasiado tarde. Ya ni siquiera es una rana: sólo un cacho de carne flotando en agua hirviendo.
En el vasto experimento sociológico que se está llevando a cabo en Cataluña, los ciudadanos tampoco advierten nada fuera de lo común. Algunos, incluso agradecen la subida de temperatura, esos grados de calor que dan vidilla y marcha al asunto. Médicos que te preguntan por tus síntomas exclusivamente en catalán sólo porque les da la gana. Padres que no pueden conseguir una educación en castellano para sus hijos. Chavalines que irrumpen en la alocución de un profesor o un conferenciante y le impiden hablar. Gente que va por las tiendas y los bares comprobando que no haya rótulos en castellano.
En la Alemania nazi, la persecución contra los judíos también fue un proceso gradual. Los barracones y las cámaras de gas no se levantaron de la noche a la mañana. Los judíos, los gitanos, los homosexuales, los enanos (los raritos en general) no se despertaron un buen día, como Gregor Samsa, convertidos en un monstruoso insecto. Fue una movida tranquila, de buen rollo, una estrategia que ni sus propios conductores podían prever. Pero, ya se sabe, una vez que se pone en marcha una máquina, hay que usarla. Una vez que se usa, hay que perfeccionarla. Una vez que se perfecciona, hay que llevarla al límite.
Un día los judíos se encontraron con que no podían dar clases en la Universidad. Otro día tampoco podían ejercer cargos públicos.Otro día les habían quemado la tienda. Luego resultó que no podían caminar por la acera. Después tenían que llevar un brazalete con una cruz amarilla. Así sucesivamente hasta que un día la temperatura del Reich llegó a hervir. La inmensa mayoría de los judíos no llegó a saltar de la olla a tiempo.
Por supuesto, todo esto es una exageración, una fábula. No importa que Boadella sea abucheado e insultado cada vez que abre la boca en un acto público. No es demasiado grave que intelectuales de la talla de Savater o Juaristi sean vetados en las universidades catalanas. Nadie debe ver a las inquietas juventudes de Esquerra con una esvástica en el brazo. Incluso la inquietante similitud sintáctica entre nacionalsocialismo y socialismo nacionalista no es más que una coincidencia.
Afortunadamente, los catalanes tienen sentido común. El suficiente como para irse adaptando gradualmente a los cambios climáticos.En Cataluña, las ranas sólo aguardan el beso de un príncipe.
El Mundo 03-04-06
En la cocina y en la literatura las ranas siempre han dado mucho juego. Hay un experimento que consiste en introducir una rana viva en una olla llena de agua hirviendo. Como casi todos los experimentos con bichejos indefensos, éste es una auténtica putada.El caso es que la rana, apenas toca el agua hirviendo, salta de la olla. En cambio, si se coge una olla con agua fría y se va elevando la temperatura gradualmente, entonces el animalito no se entera de nada y cuando quiere darse cuenta, ya es demasiado tarde. Ya ni siquiera es una rana: sólo un cacho de carne flotando en agua hirviendo.
En el vasto experimento sociológico que se está llevando a cabo en Cataluña, los ciudadanos tampoco advierten nada fuera de lo común. Algunos, incluso agradecen la subida de temperatura, esos grados de calor que dan vidilla y marcha al asunto. Médicos que te preguntan por tus síntomas exclusivamente en catalán sólo porque les da la gana. Padres que no pueden conseguir una educación en castellano para sus hijos. Chavalines que irrumpen en la alocución de un profesor o un conferenciante y le impiden hablar. Gente que va por las tiendas y los bares comprobando que no haya rótulos en castellano.
En la Alemania nazi, la persecución contra los judíos también fue un proceso gradual. Los barracones y las cámaras de gas no se levantaron de la noche a la mañana. Los judíos, los gitanos, los homosexuales, los enanos (los raritos en general) no se despertaron un buen día, como Gregor Samsa, convertidos en un monstruoso insecto. Fue una movida tranquila, de buen rollo, una estrategia que ni sus propios conductores podían prever. Pero, ya se sabe, una vez que se pone en marcha una máquina, hay que usarla. Una vez que se usa, hay que perfeccionarla. Una vez que se perfecciona, hay que llevarla al límite.
Un día los judíos se encontraron con que no podían dar clases en la Universidad. Otro día tampoco podían ejercer cargos públicos.Otro día les habían quemado la tienda. Luego resultó que no podían caminar por la acera. Después tenían que llevar un brazalete con una cruz amarilla. Así sucesivamente hasta que un día la temperatura del Reich llegó a hervir. La inmensa mayoría de los judíos no llegó a saltar de la olla a tiempo.
Por supuesto, todo esto es una exageración, una fábula. No importa que Boadella sea abucheado e insultado cada vez que abre la boca en un acto público. No es demasiado grave que intelectuales de la talla de Savater o Juaristi sean vetados en las universidades catalanas. Nadie debe ver a las inquietas juventudes de Esquerra con una esvástica en el brazo. Incluso la inquietante similitud sintáctica entre nacionalsocialismo y socialismo nacionalista no es más que una coincidencia.
Afortunadamente, los catalanes tienen sentido común. El suficiente como para irse adaptando gradualmente a los cambios climáticos.En Cataluña, las ranas sólo aguardan el beso de un príncipe.
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