sábado, marzo 04, 2006

La paz de Maite


CARLOS HERRERA
ABC 30306

HACE poco más de dos días escuchamos a Maite Pagazaurtundúa elevar un canto por la unidad de los partidos políticos en la lucha contra el terrorismo que, a buen seguro, caerá en el mismo saco roto en el que han caído todas las preces que, en ese sentido, se han salmodiado en la España de este par de años recientes. El consenso, hoy por hoy, puede ser abordable, pero es inabordado. Quizá porque ambos grandes partidos sostienen que consenso quiere decir, en realidad, estar de acuerdo conmigo. Si lo estás, consensuamos; si no lo estás, no hay consenso. Y para de contar. El Partido Popular, que el pasado martes quiso poner al Gobierno en evidencia al proponerle apoyar las conclusiones del Congreso de Víctimas de Valencia, recuerda que difícilmente puede apoyar una política de la que no le hacen partícipe: Rodríguez no le enseña a Rajoy el «secretito» que guarda en su «cofrecito» y que, en cambio, sí les ha mostrado a sus colegas y socios, y así no hay quien se solidarice. Dime de qué va y ya veré yo si te apoyo, argumenta Rajoy. No te lo digo porque no me fío de ti, dice el presidente. Y la casa sin barrer.

En cualquier caso, es difícil, querida Maite, aunar posturas antagónicas: el PSOE está ligado íntimamente a sus socios parlamentarios, más allá del indecente Pacto del Tinell, y le resultará altamente complicado desembarazarse de sus planteamientos forzosamente comunes. En esa misma sesión parlamentaria, el PNV dejó claro que no quería «vencedores ni vencidos» y que buscaría «la paz como sea», con lo que marcó el camino a seguir, ése que lleva a abandonar el deseo de derrotar a ETA y a establecer un precio final por la paz. Cuando el PNV dice que quiere la paz «como sea» quiere decir que, cuanto más «como sea», más nueces recogerá del árbol agitado. Frente a ellos se sitúan los que aseguran que la paz de los cementerios, la paz a cualquier precio, no tiene ningún interés, ya que si hubiésemos querido esa paz, la hubiésemos tenido a nuestro alcance hace muchos años: con ofrecer lo que se exigía, se habría acabado la «guerra» para siempre. Eso sí, tendríamos ahora lo que algunos quieren que tengamos pasado mañana, un escenario muy parecido al de Azcoitia, lleno de cristalerías, de etarras subvencionados, de víctimas acomplejadas.

Azcárraga, un contumaz miserable que ha llegado a ser consejero de Justicia del Gobierno vasco, lo acaba de declarar en viaje por Argentina: a lo que aspiramos es a que «Euzkadi» sea un estado que mantenga una buena vecindad con España. Y ha dicho más: «Hay diálogo, claro que está habiendo diálogo, y posiblemente hayan llegado ya a algún acuerdo». Ello confirma las sospechas de los que, desde el lado de las víctimas, temen que el Gobierno de su país haya pactado futuras cesiones. Y junto a ellos se sitúa el PP. Así, Maite de mis carnes, ¿cómo se van a poner de acuerdo?

Si el Gobierno del PSOE hace un esfuerzo y consigue que Pepe Blanco se tome la pastilla antiinsultos, hace otro y le cuenta a Rajoy lo que sabe de ETA o lo que ha sondeado a ETA, y lo redondea siendo medianamente gentil con las víctimas -sin pretender empatar su dolor recordándoles que el presidente también perdió un abuelo en la Guerra Civil-, entonces puede que ambos partidos establezcan políticas concretas. El PP también tendrá que renunciar a varias cosas, pero comenzará un periodo en el que los que quieren el empate con los terroristas -empate en campo contrario, ergo derrota- acaben perdiendo sus esperanzas. Pero no nos engañemos, Maite, ese escenario es manifiestamente improbable. Podemos lamentarnos, podemos intentarlo, pero lo ciertamente útil será seguir rebelándonos contra esa paz sin libertad que algunos quieren decretarnos.

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