GEES
La amistad que une al ministro de Defensa español con el aprendiz de dictador de Venezuela parece que va más allá de las meras transacciones comerciales de armas. En sus reiteradas visitas a Caracas, Bono parece haber aprendido del golpista bolivariano como las Fuerzas Armadas se pueden convertir en un instrumento al servicio de un proyecto político.
El último episodio en este proceso de creciente politización de las Fuerzas Armadas españolas ha sido la destitución por el Consejo de Ministros del comandante general de Melilla, al que se ha sustituido por un general más acomodaticio a la voluntad despótica del ministro de Defensa. Este cese ha reavivado el profundo malestar que existe en las unidades militares con el Gobierno de Rodríguez Zapatero en general y con la actuación del ministro de Defensa en particular.
La excusa formal del cese ha sido el poco rigor mostrado por el jefe de la guarnición con el capitán de la Legión que, en un medio de comunicación, expresó su adhesión a las palabras pronunciadas por el general Mena en Sevilla con motivo de la última Pascua Militar. Pero en realidad, lo que existía de fondo era una constante discrepancia entre el nuevo jefe de la Fuerza Terrestre, general Pitarch, y el general cesado sobre el criterio para cubrir los puestos de mando de la guarnición. El comandante militar proponía los mandos a su juicio más capaces profesionalmente y desde Sevilla se trataba de imponer los candidatos aparentemente más acomodaticios o próximos al Gobierno.
Tampoco ha sentado bien en las Fuerzas Armadas la demagogia lanzada por el ministro sobre la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas. No hay que descartar que el ministro termine proponiendo una cuota femenina en el empleo de general si con ello acelera el proceso de depuración en marcha.
El Gobierno Zapatero parece haber tomado a los nuevos gobiernos izquierdistas iberoamericanos como referencias no sólo en su política exterior, sino también en la interna. Así, parece que el presidente se inspira en Chávez para su política militar, en Evo Morales para su política económica y en Fidel Castro para su política de libertad de prensa.
La amistad que une al ministro de Defensa español con el aprendiz de dictador de Venezuela parece que va más allá de las meras transacciones comerciales de armas. En sus reiteradas visitas a Caracas, Bono parece haber aprendido del golpista bolivariano como las Fuerzas Armadas se pueden convertir en un instrumento al servicio de un proyecto político.
El último episodio en este proceso de creciente politización de las Fuerzas Armadas españolas ha sido la destitución por el Consejo de Ministros del comandante general de Melilla, al que se ha sustituido por un general más acomodaticio a la voluntad despótica del ministro de Defensa. Este cese ha reavivado el profundo malestar que existe en las unidades militares con el Gobierno de Rodríguez Zapatero en general y con la actuación del ministro de Defensa en particular.
La excusa formal del cese ha sido el poco rigor mostrado por el jefe de la guarnición con el capitán de la Legión que, en un medio de comunicación, expresó su adhesión a las palabras pronunciadas por el general Mena en Sevilla con motivo de la última Pascua Militar. Pero en realidad, lo que existía de fondo era una constante discrepancia entre el nuevo jefe de la Fuerza Terrestre, general Pitarch, y el general cesado sobre el criterio para cubrir los puestos de mando de la guarnición. El comandante militar proponía los mandos a su juicio más capaces profesionalmente y desde Sevilla se trataba de imponer los candidatos aparentemente más acomodaticios o próximos al Gobierno.
Tampoco ha sentado bien en las Fuerzas Armadas la demagogia lanzada por el ministro sobre la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas. No hay que descartar que el ministro termine proponiendo una cuota femenina en el empleo de general si con ello acelera el proceso de depuración en marcha.
El Gobierno Zapatero parece haber tomado a los nuevos gobiernos izquierdistas iberoamericanos como referencias no sólo en su política exterior, sino también en la interna. Así, parece que el presidente se inspira en Chávez para su política militar, en Evo Morales para su política económica y en Fidel Castro para su política de libertad de prensa.
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