Por Florentino Portero
(Publicado en ABC, 7 de marzo de 2006)
Tras el triunfo de Hamas Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia acordaron aislar al nuevo gobierno hasta que no cumpliera tres condiciones: reconocer el derecho a existir de Israel, poner fin al terrorismo y aceptar el proceso de paz iniciado con los Acuerdos de Oslo. Rusia rompió el acuerdo para hacer valer su autoridad internacional, demostrando hasta qué punto es un socio poco fiable. El Ministerio de Asuntos Exteriores invitó a un grupo de dirigentes de Hamas a desplazarse a Moscú para estudiar allí la nueva situación. Agradecidos, los islamistas palestinos viajaron a la capital rusa, felicitándose porque la iniciativa de Putin hacía añicos el frente establecido en su contra y debilitaba a Estados Unidos e Israel.
Rusia ha demostrado su capacidad diplomática para destruir consensos y su incapacidad para influir sobre Hamas. Los dirigentes en cuestión han dicho lo que llevan años repitiendo: Israel no tiene derecho a existir, ellos no están dispuestos a reconocer el estado judío, no aceptan los fundamentos del proceso de paz y, desde luego, rechazan de plano la Hoja de Ruta. Consideran la posibilidad de llegar a acuerdos concretos con Israel, siempre y cuando el gobierno de Jerusalén acepte las fronteras de 1949, el derecho de retorno y libere a todos los prisioneros. Algo imposible y que, además, ni siquiera llevaría al reconocimiento del estado de Israel.
Nadie podrá quejarse de haber sido engañado. Los islamistas de Hamas no ocultan sus intenciones. A pesar de las amenazas europeas y norteamericanas de cortar la ayuda económica, que mantiene en pié a la Autoridad Palestina, permanecen firmes en sus posiciones. Como sus equivalentes persas en la cuestión nuclear, no parecen preocupados por las presiones occidentales. O bien no creen que se lleven a la práctica, o no las temen.
Mientras tanto, en Israel la vida transcurre con una extraña tranquilidad. Hace años, tras el fracaso de las negociaciones en Camp David, se convencieron de que la paz era imposible porque no tenían con quien negociar. Ese fue el origen de la nueva estrategia establecida por Sharon, por la que Israel se retiraría de parte de los territorios ocupados hasta establecer unas nuevas fronteras que garantizaran la pervivencia de un estado judío. Al viejo militar le dio tiempo a ordenar el “desenganche” de Gaza. Su sucesor al frente de Kadima, y probable futuro Primer Ministro, Ehud Olmert ya ha anunciado su intención de comenzar una operación semejante en Cisjordania, fijando una nueva linde en parte coincidente con la famosa valla. Su forma definitiva, así como la viabilidad del plan, dependerá del resultado de las próximas elecciones y de los siempre complejos acuerdos parlamentarios requeridos por una ley electoral diseñada para hacer las cosas aún más difíciles.
(Publicado en ABC, 7 de marzo de 2006)
Tras el triunfo de Hamas Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia acordaron aislar al nuevo gobierno hasta que no cumpliera tres condiciones: reconocer el derecho a existir de Israel, poner fin al terrorismo y aceptar el proceso de paz iniciado con los Acuerdos de Oslo. Rusia rompió el acuerdo para hacer valer su autoridad internacional, demostrando hasta qué punto es un socio poco fiable. El Ministerio de Asuntos Exteriores invitó a un grupo de dirigentes de Hamas a desplazarse a Moscú para estudiar allí la nueva situación. Agradecidos, los islamistas palestinos viajaron a la capital rusa, felicitándose porque la iniciativa de Putin hacía añicos el frente establecido en su contra y debilitaba a Estados Unidos e Israel.
Rusia ha demostrado su capacidad diplomática para destruir consensos y su incapacidad para influir sobre Hamas. Los dirigentes en cuestión han dicho lo que llevan años repitiendo: Israel no tiene derecho a existir, ellos no están dispuestos a reconocer el estado judío, no aceptan los fundamentos del proceso de paz y, desde luego, rechazan de plano la Hoja de Ruta. Consideran la posibilidad de llegar a acuerdos concretos con Israel, siempre y cuando el gobierno de Jerusalén acepte las fronteras de 1949, el derecho de retorno y libere a todos los prisioneros. Algo imposible y que, además, ni siquiera llevaría al reconocimiento del estado de Israel.
Nadie podrá quejarse de haber sido engañado. Los islamistas de Hamas no ocultan sus intenciones. A pesar de las amenazas europeas y norteamericanas de cortar la ayuda económica, que mantiene en pié a la Autoridad Palestina, permanecen firmes en sus posiciones. Como sus equivalentes persas en la cuestión nuclear, no parecen preocupados por las presiones occidentales. O bien no creen que se lleven a la práctica, o no las temen.
Mientras tanto, en Israel la vida transcurre con una extraña tranquilidad. Hace años, tras el fracaso de las negociaciones en Camp David, se convencieron de que la paz era imposible porque no tenían con quien negociar. Ese fue el origen de la nueva estrategia establecida por Sharon, por la que Israel se retiraría de parte de los territorios ocupados hasta establecer unas nuevas fronteras que garantizaran la pervivencia de un estado judío. Al viejo militar le dio tiempo a ordenar el “desenganche” de Gaza. Su sucesor al frente de Kadima, y probable futuro Primer Ministro, Ehud Olmert ya ha anunciado su intención de comenzar una operación semejante en Cisjordania, fijando una nueva linde en parte coincidente con la famosa valla. Su forma definitiva, así como la viabilidad del plan, dependerá del resultado de las próximas elecciones y de los siempre complejos acuerdos parlamentarios requeridos por una ley electoral diseñada para hacer las cosas aún más difíciles.
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