jueves, marzo 16, 2006

Diputadas machistas


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Si trasladásemos al juego parlamentario la regla futbolística que castiga con tarjeta amarilla la simulación de falta, bien podríamos decir que se merecen una cartulina bien hermosa las diputadas socialistas y tripartitas que el otro día se lanzaron en el Congreso a la piscina del más rancio sexismo.

Cualquier posible espectador que se hubiera incorporado a la sesión parlamentaria en el momento en que un tropel de diputadas indignadísimas y escandalizadísimas abandonaban el hemiciclo dejando con la palabra en la boca a un estupefacto Zaplana, hubiera pensado que éste acababa de proponer la vuelta a la supremacía del varón en el derecho de familia, la introducción en el Código Penal de la lapidación de adúlteras o que la Seguridad Social empezase a financiar las ablaciones de clítoris.

Pues no, ninguna de esas prácticas del patrimonio multicultural que tanto encandila a Moratinos y a Pajín fue mencionada por el portavoz popular en su habitual pregunta a la vicepresidenta primera del Gobierno. No es que le llamara "monja alférez" (como Alfonso Guerra a Loyola de Palacio), no sostuvo que no le cabían más de tres ideas de la cabeza (como dijo Constantino, el delegado más del Gobierno, a Esperanza Aguirre), no llegó a acusarla de "besar de día y morder de noche" (como el marcial Bono, también a Esperanza Aguirre), ni siquiera le sugirió que modernizase su atuendo y sus ideas (como la propia Fernández de la Vega a Acebes).

Que no, que nada de eso. Que lo que Zaplana dijo, lo que provocó las iras de sus feministas señorías fueron estas palabras: "¡Cuánto ganaría la Cámara si usted, que es tan aficionada a disfrazarse de vez en cuando, un día se vistiera de vicepresidenta del Gobierno!".

Recordatorio: ¿No fue acaso la vicepresidenta quien, junto con las restantes ministras del Gobierno, posó con ropa de moda para un reportaje de la revista "Vogue"? ¿No fue también la señora Fernández de la Vega quien, hace escasos días, se atavió con un traje regional mozambiqueño? La alusión, entonces, no carecía de fundamento.

Pregunta de respuesta fácil: ¿Habrían montado estas diputadas el mismo numerito si esas mismas palabras hubieran sido dirigidas a un ministro o al mismísimo ZP, "justiciero de las mujeres"? A que no. ¿Se habrían levantado del escaño sus señorías varones? A que tampoco.

¿Cuál es, entonces, la diferencia? Es evidente: el indisimulado sexismo ventajista de nuestros/as "progres" de espíritu. ¿Les importa la igualdad de sexos? Quizá sí, quizá no, pero desde luego esta aspiración no vale para ellos/ellas tanto como aprovechar la menor ocasión para jugar la baza del victimismo más hipócrita, aun a riesgo de caer en un espantoso ridículo.

Sólo hay algo peor que despreciar un derecho: invocarlo, no con la honrada intención de defenderlo, sino de usurparlo en beneficio particular como arma de confrontación política. O sea, lo del otro día en el Congreso.

El pasado miércoles fue un mal día para la justa y necesaria defensa de la igualdad de la mujer. Porque el pasado miércoles un grupito de diputadas protestó porque a una mujer se le dijera lo mismo que puede decirse normalmente a un hombre: válido para él, pero no para ella. Fue el sector de las diputadas machistas del Congreso.

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