Por Florentino Portero
(Publicado en Expansión, 16 de marzo de 2006)
El ministro Moratinos ha afirmado que el Emirato de Qatar es un ejemplo de “tolerancia y diálogo”. Indudablemente ese es un punto de vista, por sorprendente que pueda parecer.
Qatar es un pequeño estado que se rige por la ley coránica, en su interpretación wahabita. No hay democracia ni se la espera. Las palabras de nuestro ministro pueden no ser compartidas por muchos de sus conciudadanos, pero sería injusto calificarlas de incoherentes. Moratinos lleva manteniendo estas posiciones desde hace muchos años y por eso ha sido nombrado ministro.
Los comentarios sobre Qatar coinciden con la defensa de un entendimiento con Hamas y de mantener la ayuda económica a la Autoridad Palestina, aunque no reconozca al estado de Israel, mantenga su actividad terrorista y rechace de plano el proceso de paz. Está en la misma línea de tender puentes con Irán, dejando a un lado el desagradable asunto del programa nuclear. ¡Qué vamos a decir del Reino de Marruecos! Ése sí que es un ejemplo de tolerancia y de diálogo, en particular con la población saharaui y la rifeña.
Si cruzamos el charco podríamos citar los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia o la propia Argentina como modelos admirables, aunque nuestros empresarios no dejen de sufrir algunas incomodidades.
El problema de estos puntos de vista es que chocan frontalmente con otro de los pilares de la diplomacia socialista: “la vuelta al corazón de Europa”. Resulta que Europa está preocupada por el desarrollo del islamismo y avanza en la línea de condicionar sus relaciones diplomáticas con el avance en la modernización y democratización de estas sociedades. El acuerdo pesquero con Marruecos, un regalo de Moratinos, no es del todo comprendido más allá de los Pirineos. Tampoco parecen compartir la actitud de nuestra diplomacia hacia los islamistas palestinos o los ayatolás iraníes. Europa está preocupada por el auge del radicalismo y por la proliferación nuclear. Somos vecinos y están bastantes claras sus intenciones. Tampoco entienden nuestra generosa política migratoria, en un momento en que se generaliza el temor a que una población no integrada ponga en peligro la propia identidad de Europa en el medio plazo. El giro procubano dado a instancia española fue un extraordinario fracaso, pues Castro ni abrió su régimen ni disminuyó la persecución a sus opositores. Sobre opas y nacionalismo económico me resisto a escribir en un medio en el que otros muchos lo vienen haciendo con mejor conocimiento de la materia.
La España de la Alianza de las Civilizaciones apuesta por la claudicación. El tiempo transcurrido muestra hasta qué punto formamos parte del “corazón de Europa” y cómo, desde hace un par de años, no paramos de alejarnos de él.
(Publicado en Expansión, 16 de marzo de 2006)
El ministro Moratinos ha afirmado que el Emirato de Qatar es un ejemplo de “tolerancia y diálogo”. Indudablemente ese es un punto de vista, por sorprendente que pueda parecer.
Qatar es un pequeño estado que se rige por la ley coránica, en su interpretación wahabita. No hay democracia ni se la espera. Las palabras de nuestro ministro pueden no ser compartidas por muchos de sus conciudadanos, pero sería injusto calificarlas de incoherentes. Moratinos lleva manteniendo estas posiciones desde hace muchos años y por eso ha sido nombrado ministro.
Los comentarios sobre Qatar coinciden con la defensa de un entendimiento con Hamas y de mantener la ayuda económica a la Autoridad Palestina, aunque no reconozca al estado de Israel, mantenga su actividad terrorista y rechace de plano el proceso de paz. Está en la misma línea de tender puentes con Irán, dejando a un lado el desagradable asunto del programa nuclear. ¡Qué vamos a decir del Reino de Marruecos! Ése sí que es un ejemplo de tolerancia y de diálogo, en particular con la población saharaui y la rifeña.
Si cruzamos el charco podríamos citar los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia o la propia Argentina como modelos admirables, aunque nuestros empresarios no dejen de sufrir algunas incomodidades.
El problema de estos puntos de vista es que chocan frontalmente con otro de los pilares de la diplomacia socialista: “la vuelta al corazón de Europa”. Resulta que Europa está preocupada por el desarrollo del islamismo y avanza en la línea de condicionar sus relaciones diplomáticas con el avance en la modernización y democratización de estas sociedades. El acuerdo pesquero con Marruecos, un regalo de Moratinos, no es del todo comprendido más allá de los Pirineos. Tampoco parecen compartir la actitud de nuestra diplomacia hacia los islamistas palestinos o los ayatolás iraníes. Europa está preocupada por el auge del radicalismo y por la proliferación nuclear. Somos vecinos y están bastantes claras sus intenciones. Tampoco entienden nuestra generosa política migratoria, en un momento en que se generaliza el temor a que una población no integrada ponga en peligro la propia identidad de Europa en el medio plazo. El giro procubano dado a instancia española fue un extraordinario fracaso, pues Castro ni abrió su régimen ni disminuyó la persecución a sus opositores. Sobre opas y nacionalismo económico me resisto a escribir en un medio en el que otros muchos lo vienen haciendo con mejor conocimiento de la materia.
La España de la Alianza de las Civilizaciones apuesta por la claudicación. El tiempo transcurrido muestra hasta qué punto formamos parte del “corazón de Europa” y cómo, desde hace un par de años, no paramos de alejarnos de él.
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