domingo, febrero 19, 2006

Un tren para españa


IGNACIO CAMACHO
ABC 170206

LA cita es un café del Paseo de Gracia, en el que camareros de piel tostada hablan castellano con acento de Suramérica. «Diles a éstos lo de la inmersión lingüística», me espeta socarrón mi interlocutor, un andaluz que lleva más de una década dando clases de Humanidades en un instituto de Barcelona. «Han venido a España confiando en la ventaja del idioma y se encuentran con los fundamentalistas de la Generalitat y sus formularios de control. ¿Te has fijado que ahora ya nadie dice eso de que son catalanes todos los que viven y trabajan en Cataluña? Claro, es que a esta gente no les quieren dar carta de ciudadanía».

Mi amigo está harto de coles. «Oye lo que te voy a decir: estoy pensando seriamente en volver a Andalucía. Prefiero el clientelismo de Chaves viviendo en mi tierra. Aquí ocurre lo mismo, y encima te hostigan si no eres de los suyos. Al principio creí que con el PSC en el poder se suavizaría un poco, pero Maragall y sus pijos de Sant Gervasi han resultado tan nacionalistas como los de CiU, y encima con mala conciencia. Yo esto cada vez lo aguanto menos. Y no es tanto por el catalán, que lo hablo y escribo correctamente, aunque no me da la gana de usarlo; no, es que de algún modo hacen que te acabes sintiendo ajeno si no compartes sus sentimientos nacionales. ¿Tierra de acogida? Jeje, siempre que te acojas a sus códigos de valores».

«De verdad, se me hace pesada tanta gaita, tanta construcción nacional, tanto ombliguismo. Es como un pensamiento único por todas partes, un verdadero mobbing social. Y encima hay que aguantar todo el rato la cantinela de que en Andalucía pagan el cambio de sexo y en Extremadura los ordenadores en las escuelas. Coño, es que en Extremadura no hay dos canales de televisión autonómica, ni en Andalucía hay mossos d´Esquadra ni se gasta tanto dinero en propaganda lingüística. Y lo de las autopistas de peaje; pues hace treinta años, cuando aquí ya las tenían, nosotros íbamos por carreteras infectas y los nuestros se venían a Sants con la maleta amarrada con guitas. Que te cansas, hombre, que te cansas. Barcelona es preciosa, se vive bien, pero llega un momento en que la matraca se vuelve asfixiante, porque todo tu entorno está en lo mismo y si no compartes todo eso acabas pareciendo un marciano».

«No, no es cuestión de presión idiomática, al menos aquí en Barcelona el bilingüismo se lleva con cierta normalidad, aunque a veces molesta que hables en castellano y te contesten en catalán con terquedad, sobre todo en la administración. Es otra cosa, ya te digo, es la presión que te sobreviene si no participas del sistema general de valores. Y si te da el arrebato y te pones borde, te llegan a decir lo que le dijeron a un taxista aragonés que me llevó un día, y que estaba también hasta las trancas: que cada media hora sale un tren para España. ¿Sabes? Cualquier día lo tomo...».

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