lunes, febrero 20, 2006

La madre de Irene Villa recuerda a Zapatero que a su abuelo lo "mataron en la guerra" y no en un atentado


Según desveló La Razón, durante la reunión de las víctimas en Moncloa, María Jesús González, madre de Irene Villa, le confesó a Zapatero que su hija le sigue haciendo la misma pregunta que le formuló cuando, siendo niña, ETA atentó contra ellas: "¿Por qué nos ha pasado esto?" La respuesta del presidente fue la siguiente: "También mataron a mi abuelo" (muerto durante la Guerra Civil). María Jesús ya ha contestado a Zapatero. También Rosa Díez le ha enviado un mensaje público al presidente del Gobierno.

(Libertad Digital) En declaraciones a la Cadena COPE, María Jesús González, la madre de Irene Villa, vicepresidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, ha confirmado las palabras que le dirigió el presidente del Gobierno: "Cuando le dije que se pusiera en mi lugar, me dijo: 'Estoy ya en tu lugar porque a mí me han matado a mi abuelo'".

También en declaraciones a Onda Cero, la madre de Irene Villa se preguntó: "¿Cómo se puede comparar un abuelo al que matan en la guerra, cuando hay dos bandos que se matan los unos a los otros? Que me digan eso a nosotros, que no estamos en guerra y que no hemos matado a nadie... Esa fue la comparación que a mí me dejó de piedra". Según el relato de González, vicepresidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, después de esa afirmación del presidente, "él trató de justificarse" afirmando que "su abuela se quedó muy sola y que a él le daba mucha pena porque no llegó a conocer a su abuelo". "Ese odio que siente hacia la gente y hacia todo en general, por la muerte de su abuelo, no sé como se lo ha podido inyectar. Eso le pasa porque no ha aparecido su abuelo".

La carta abierta de Rosa Díez

Mientras tanto, la eurodiputada socialista Rosa Díez, en una carta abierta al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que publica El Mundo, acusa a dirigentes del Partido Socialista de Euskadi (PSE) de equiparar a las víctimas con los verdugos en el proceso para la paz en el País Vasco.

Díez critica unas declaraciones de José Antonio Pastor, secretario general del PSE en Vizcaya y portavoz del partido en el Parlamento vasco, publicadas el 5 de febrero en el diario proetarra Gara. En ellas, Pastor dijo que "hay que pedirles una cierta dosis de generosidad, a ambos sectores que, si se quiere, los personalizamos en las víctimas y en los presos de la banda terrorista ETA que, de una forma u otra, en función de las circunstancias de cada uno y a lo largo del tiempo, deberán ir reintegrándose con cierta normalidad a la vida política". También señaló que "es muy difícil conjugar dos mundos que han estado tan apartados" y remató diciendo que "es cierto que a las víctimas hay que escucharlas y tenerlas en cuenta a la hora de aplicar estas políticas, pero no pueden convertirse en un agente político activo en un proceso de paz".

La eurodiputada, dirigiéndose al jefe del Ejecutivo, dice que le "resulta imposible de aceptar" que un dirigente de su partido "equipare a las víctimas con los verdugos y que se diga, hablando de ellos, que 'son dos mundos que han estado apartados', como si lo hubieran estado por una decisión tomada voluntariamente por cada uno de ellos y fueran igualmente responsables". Para Díez, "negarles a las víctimas su capacidad para ser agentes políticos, a la vez que se reconoce a los verdugos su derecho a reintegrarse en la vida política, requiere una dosis de responsabilidad o de falta de lógica democrática difícilmente superables".

Extremo sobre el que se dirige a Zapatero diciéndole: "No me cabe en la cabeza, no me puedo creer que compartas esta reflexión de los actuales dirigentes del Partido Socialista en Euskadi". La eurodiputada menciona también otra entrevista del dirigente socialista Patxi López en Gara, en la que, según Díez, éste "no negaba la posibilidad de un futuro acuerdo del Gobierno con Batasuna". Sobre este punto, critica el "relativismo" con el que López trata a "la gente que ha sufrido la persecución o zarpazos del terror. No es moralmente aceptable", subraya.

Díez añade una posdata en su carta a Zapatero en la que explica que había dudado en hacer pública esta misiva, pero confiesa que la dio a conocer después de haber leído que "un grupo de parlamentarias del PSE, con conocimiento de la dirección del partido, negocia con Batasuna un documento sobre eso que se ha dado en llamar 'el proceso de paz'". La eurodiputada concluye que negociar con Batasuna es aceptar lo que pide ETA y recuerda al presidente del Gobierno que las víctimas no van a permitir que "se construya un escenario en el que nuestros propios compañeros traicionen lo más sagrado" porque, apunta, "no nos han matado para esto".

http://www.libertaddigital.com/noticias/noticia_1276272566.html





Bambi sufre con Heidi
José García Domínguez

Cuando ya no alberga ningún programa positivo acerca de la realidad, un partido únicamente logra sobrevivir azuzando sentimientos; conmoviendo y conmoviéndose ante sus propias fobias; mirándose cada día en el espejito mágico de la superioridad moral. El primero en descubrir la veta fue Víctor Manuel, que levantó un capital a cuenta de la silicosis del abuelo que, como todo el mundo sabe, fue picador allá en la mina. Pero en aquellos tiempos la izquierda aún era capaz de ir tirando con las ideas; todo lo dogmáticas, totalitarias y erradas que se quiera, pero ideas al fin y al cabo. Por eso, porque aún poseían una cierta visión del mundo que vender en el rastrillo de la Historia, lo de trapichear con las botas de los muertos no acabaría de cuajar entonces. Hasta que cayó el muro y todo se fue al garete. A partir de ahí, hubieron de optar: o cerrar el chiringuito, o ponerse a pensar por primera vez en sus vidas – "Señor, aparta de mí ese cáliz"– o hurgar en el baúl de los recuerdos, siguiendo la estela doctrinal de Karina, a ver si en los fondos aún quedaba algo que llevar al zurrón.

Porque las señas de identidad del progresismo patrio se vinieron abajo con el derrumbe de aquel trozo de cemento. Desde entonces, no tienen absolutamente nada que ofrecer, ni disponen de proyecto general alguno sobre cómo debería organizarse la sociedad. Y sólo ahí, en ese páramo intelectual y moral, podía gestarse el éxito de Zapatero, por paradójico que parezca. Porque cuando ya no alberga ningún programa positivo acerca de la realidad, un partido únicamente logra sobrevivir azuzando sentimientos; conmoviendo y conmoviéndose ante sus propias fobias; mirándose cada día en el espejito mágico de la superioridad moral, para reconocerse en él con compungida satisfacción.

Esa comedia impúdica de elevar el fantasma del capitán Lozano a clave de bóveda de la razón política, sólo podía representarse en el reino del kitsch. Y Zapatero es eso: kitsch en estado puro; es decir, no pensamiento bañado en un cazo de sentimentalismo empalagoso y regado luego en un diluvio de enternecidas lágrimas por la necedad propia. "A mí también me mataron a un abuelito, uno al que nunca conocí. Murió en una guerra de verdad, en la que combatieron, cara a cara, dos ejércitos también de verdad. Ocurrió en el primer tercio del siglo pasado, lustros antes de que yo naciese. Y aunque en ella sucumbieran los abuelitos de media España, debéis compadecerme, pues aún me despierto cada mañana con el corazón partío, desolado por aquella gran tragedia personal".

La ética kitsch: enternecer a la mayor cantidad posible de gente, arrancando gemidos de piedad por uno mismo; la estética del cretinismo convertida en imperativo categórico de la vida civil. Heidi expulsada de la cabañita de los Alpes, y despidiéndose de su perrito Niebla y de la cabrita, que no recuerdo ahora cómo se llamaba. Zapatero, muy serio, mirando a la madre de Irene Villa: "Yo también perdí a mi abuelito".

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