Por GEES
11 de Febrero de 2006
Para el presidente del gobierno, “no está lejos el momento en el que se creen las condiciones necesarias para el inicio del proceso de diálogo con ETA”. Para su ministro de Defensa, “está en trance de ocurrir que los asesinos se pongan con las manos en alto”. Por el contrario, para el ministro del Interior “hace falta la máxima prudencia: la banda está viva. ETA está viva, activa y operativa”. ¿Cómo explicar estas diferencias de criterio dentro de un mismo gobierno? Es más, ¿Cómo es posible que en este punto las tesis de Bono sean más próximas a las de Zapatero que las de Alonso, un ministro de su total confianza?
La clave, a nuestro entender, está en la “información” que cada uno maneja y la interpretación que hace de esa información. El ministro de defensa, siempre locuaz, ha sido el único de los tres que desveló sus fuentes. Según él, es el CNI el que le está diciendo que la situación de ETA es tan desesperada que pronto no tendrá más remedio que rendirse.
El más reservado ministro del Interior, Jose Antonio Alonso, no desvela sus fuentes a la hora de pedir prudencia y enfriar expectativas, pero es obvio que está influenciado por los informes de la Comisaría de Información del Cuerpo Nacional de Policía y del Servicio de Información de la Guardia Civil. Según esos informes, ETA podría estar de hecho recomponiendo su estructura operativa y no perciben ninguna señal en la banda que les indique su disposición a abandonar la lucha armada. Otra cosa es que en la situación actual le sea más rentable no cometer asesinatos que hacerlo.
Por último, las fuentes de Rodríguez Zapatero provienen directamente de quiénes están llevando en su nombre la negociación con los terroristas, conversaciones que por otra parte el gobierno niega sistemáticamente que se estén produciendo. Según esas fuentes, muy próximas al Partido Socialista en Euskadi, la tregua de ETA viene siendo inminente desde hacer ya demasiados meses, pero el presidente las sigue creyendo porque necesita cada vez más creerlas y que la gente se las crea. El problema de Zapatero es que tiene que manejar además con suma cautela esa información, para no delatarse a sí mismo en su negación secreta.
¿Cómo es posible que el Centro Nacional de Inteligencia mantenga una hipótesis tan distinta a la de los servicios de información de Policía y Guardia Civil? Hay tres razones que explican esa discrepancia. En primer lugar, el CNI sabe sobre ETA mucho menos que los otros dos servicios de información mencionados. En segundo término, las fuentes del CNI están más en el entorno político de la banda que en el núcleo duro de la organización y ese entorno político está mucho más esperanzado de volver a la legalidad que los pistoleros en la clandestinidad que son en última instancia quiénes deciden. Por último, el CNI tiende, por su vocación excesivamente “analítica” como único servicio de inteligencia, a construir teorías sobre determinados datos que no siempre resultan acertadas. Todo ello explicaría el mayor optimismo del CNI frente al realismo escéptico de los otros servicios.
¿Quién tiene razón? Los tres tienen una parte de razón. Los más fiables respecto a ETA, desde nuestro punto de vista, son los servicios de información policial que se muestran sumamente escépticos sobre este “inicio del principio del fin” que ayer anunció Zapatero. Pero tampoco le falta razón al CNI al afirmar que ETA se encuentra en una situación de enorme debilidad, fundamentalmente gracias a la política antiterrorista desarrollada por Aznar en sus últimos años de gobierno. Y también acierta el presidente del gobierno al creer que ETA tiene un precio político. La verdadera cuestión es si los españoles estamos dispuestos a pagar ese precio moral. Por lo visto estos días, más bien parece que no.
11 de Febrero de 2006
Para el presidente del gobierno, “no está lejos el momento en el que se creen las condiciones necesarias para el inicio del proceso de diálogo con ETA”. Para su ministro de Defensa, “está en trance de ocurrir que los asesinos se pongan con las manos en alto”. Por el contrario, para el ministro del Interior “hace falta la máxima prudencia: la banda está viva. ETA está viva, activa y operativa”. ¿Cómo explicar estas diferencias de criterio dentro de un mismo gobierno? Es más, ¿Cómo es posible que en este punto las tesis de Bono sean más próximas a las de Zapatero que las de Alonso, un ministro de su total confianza?
La clave, a nuestro entender, está en la “información” que cada uno maneja y la interpretación que hace de esa información. El ministro de defensa, siempre locuaz, ha sido el único de los tres que desveló sus fuentes. Según él, es el CNI el que le está diciendo que la situación de ETA es tan desesperada que pronto no tendrá más remedio que rendirse.
El más reservado ministro del Interior, Jose Antonio Alonso, no desvela sus fuentes a la hora de pedir prudencia y enfriar expectativas, pero es obvio que está influenciado por los informes de la Comisaría de Información del Cuerpo Nacional de Policía y del Servicio de Información de la Guardia Civil. Según esos informes, ETA podría estar de hecho recomponiendo su estructura operativa y no perciben ninguna señal en la banda que les indique su disposición a abandonar la lucha armada. Otra cosa es que en la situación actual le sea más rentable no cometer asesinatos que hacerlo.
Por último, las fuentes de Rodríguez Zapatero provienen directamente de quiénes están llevando en su nombre la negociación con los terroristas, conversaciones que por otra parte el gobierno niega sistemáticamente que se estén produciendo. Según esas fuentes, muy próximas al Partido Socialista en Euskadi, la tregua de ETA viene siendo inminente desde hacer ya demasiados meses, pero el presidente las sigue creyendo porque necesita cada vez más creerlas y que la gente se las crea. El problema de Zapatero es que tiene que manejar además con suma cautela esa información, para no delatarse a sí mismo en su negación secreta.
¿Cómo es posible que el Centro Nacional de Inteligencia mantenga una hipótesis tan distinta a la de los servicios de información de Policía y Guardia Civil? Hay tres razones que explican esa discrepancia. En primer lugar, el CNI sabe sobre ETA mucho menos que los otros dos servicios de información mencionados. En segundo término, las fuentes del CNI están más en el entorno político de la banda que en el núcleo duro de la organización y ese entorno político está mucho más esperanzado de volver a la legalidad que los pistoleros en la clandestinidad que son en última instancia quiénes deciden. Por último, el CNI tiende, por su vocación excesivamente “analítica” como único servicio de inteligencia, a construir teorías sobre determinados datos que no siempre resultan acertadas. Todo ello explicaría el mayor optimismo del CNI frente al realismo escéptico de los otros servicios.
¿Quién tiene razón? Los tres tienen una parte de razón. Los más fiables respecto a ETA, desde nuestro punto de vista, son los servicios de información policial que se muestran sumamente escépticos sobre este “inicio del principio del fin” que ayer anunció Zapatero. Pero tampoco le falta razón al CNI al afirmar que ETA se encuentra en una situación de enorme debilidad, fundamentalmente gracias a la política antiterrorista desarrollada por Aznar en sus últimos años de gobierno. Y también acierta el presidente del gobierno al creer que ETA tiene un precio político. La verdadera cuestión es si los españoles estamos dispuestos a pagar ese precio moral. Por lo visto estos días, más bien parece que no.
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