sábado, octubre 28, 2006

En El Mundo catalán, Buenafuente es buena gente


Juan Carlos Girauta

Insultar a la COPE en general es algo que tiene por deporte, el gracioso. Ahora, con su empleado Corbacho, ha producido una basura para ver si consuma el asesinato civil de Pedro J. puesto en marcha en su día por una de las piaras del GAL. Ignoran no pocos admiradores de Buenafuente que, antes de ser lanzado el payaso al estrellato nacional y a la propiedad de una televisión analógica, veníamos sufriéndolo desde hacía años en Cataluña como gracioso oficial del pujolismo. Ya escandalizaba aquí su espíritu de secta. Denuncié en estas páginas uno de sus números: atizar a Aznar con un matamoscas, hasta que, yacente, no movía un músculo el imitador de esa víctima del terrorismo. Pero la supuesta agudeza transgresora de Buenafuente jamás alcanzó a rozar la sombra de un pelo del honor de Pujol (el honor de algunos lo imagino con pelos, sí): el bufoncete siempre ha sabido dónde están los límites. De sus intereses.

En la famosa entrevista a José María García, hace algunas semanas, soltó sin venir a cuento que “a Jiménez Losantos yo no le daría ni la hora”. Qué tío tan guay. Insultar a la COPE en general es algo que tiene por deporte, el gracioso. Ahora, con su empleado Corbacho, ha producido una basura para ver si consuma el asesinato civil de Pedro J. puesto en marcha en su día por una de las piaras del GAL.

Lo que se me escapa es la estrategia de El Mundo en Cataluña. En el mismo número donde Pedro J. se duele de la infamia a través del editorial, se elogia y promociona a Buenafuente. Una fotografía a todo color del triste showman, acompañado de Millás –otro gran amigo de la casa– preside encomiásticos, casi orgásmicos párrafos. En un momento dado, la periodista del ofendido llama “Buenagente” al ofensor. Sin ironía.

Si leyeran ustedes en Madrid, en Huelva o en Murcia el mismo Mundo que los catalanes, alcanzarían nuestra misma irritación crónica. Hace tiempo que no entendemos nada. Un pequeño y prescindible diario se aloja como un cáncer dentro de otro, grande y necesario. Diaria inconsecuencia sobre la que el director debería reflexionar, ahora que se ha sensibilizado con las contradicciones editoriales.

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