Santiago Abascal
Algo se está moviendo en España cuando, tras décadas de inexplicable miedo reverencial ante los separatismos, se publican constantemente nuevos títulos de todo tipo de autores –políticos, periodistas, economistas, historiadores– que los denuncian desde múltiples enfoques y con todo suerte de argumentos.
Una de las aportaciones más destacadas ha sido, sin duda, "Adiós, España", de Jesús Laínz, obra de la que afirmó Stanley G. Payne que se trataba de la "más completa guía sobre la mayoría de estos problemas que haya aparecido nunca en un solo libro".
De la artillería de este autor nos llega ahora un segundo envite, "La nación falsificada", eficazmente dirigida, de nuevo, a la línea de flotación del artificio separatista. A través de un amenísimo repaso por las vidas de sesenta ilustres vascos y catalanes, Laínz vuelve a dejar en evidencia a todos esos falsificadores que, desde los tiempos de Arana y Prat de la Riba hasta los de Ibarretxe, Pujol y Maragall (que no ha sabido leer correctamente ni a su abuelo) no han hecho otra cosa que atentar contra la historia e identidad de vascos y catalanes mientras se presentaban como sus más fervientes adoradores.
Estamos ante un libro sobre historia, sí, pero también – de modo implícito– ante una despiadada crítica de los políticos que han llevado a cabo, o al menos permitido, tanta mentira y falsificación histórica para obtener beneficios electorales y económicos amparados en un discurso pseudohistórico difícilmente sostenible.
A los que conozcan el anterior libro del autor no hará falta recordarles la irónica agilidad de su prosa, que hace de "La nación falsificada" un recorrido histórico trepidante, como una novela de aventuras a la vez que un estudio sostenido con una documentación incontestable y, en muchas ocasiones, sorprendente.
Entre otros detalles pueden subrayarse la muy desconocida proclama de Rafael Casanova el 11 de septiembre de 1714 llamando a los barceloneses a dar su vida "por la libertad de toda España"; los versos y cantos patrióticos en vascuence durante la Guerra de la Independencia, la de África o la de Cuba; y el texto que un amargado y arrepentido Valentín Almirall escribió poco antes de su muerte y que ha sido tapado por los nacionalistas por motivos obvios.
La amenidad de "La nación falsificada", que ilustra la españolidad histórica del País Vasco y Cataluña a través de la vida de un treintena de vascos y una treintena de catalanes, se ve apoyada, además, por las extraordinarias caricaturas que de cada personaje ha realizado Julen Urrutia. Recuerden el nombre de este joven dibujante vasco: su calidad y vis cómica no son comunes.
En suma, un libro muy necesario para unos tiempos agitados. Lean este libro y difúndanlo: el conocimiento, el sentido común, la verdad y la justicia sólo vencen cuando los que las sostienen se ponen manos a la obra. De lo contrario, vencerán sus enemigos.
Jesús Laínz, La nación falsificada, Ed. Encuentro, Madrid 2006, 517 pags
Algo se está moviendo en España cuando, tras décadas de inexplicable miedo reverencial ante los separatismos, se publican constantemente nuevos títulos de todo tipo de autores –políticos, periodistas, economistas, historiadores– que los denuncian desde múltiples enfoques y con todo suerte de argumentos.
Una de las aportaciones más destacadas ha sido, sin duda, "Adiós, España", de Jesús Laínz, obra de la que afirmó Stanley G. Payne que se trataba de la "más completa guía sobre la mayoría de estos problemas que haya aparecido nunca en un solo libro".
De la artillería de este autor nos llega ahora un segundo envite, "La nación falsificada", eficazmente dirigida, de nuevo, a la línea de flotación del artificio separatista. A través de un amenísimo repaso por las vidas de sesenta ilustres vascos y catalanes, Laínz vuelve a dejar en evidencia a todos esos falsificadores que, desde los tiempos de Arana y Prat de la Riba hasta los de Ibarretxe, Pujol y Maragall (que no ha sabido leer correctamente ni a su abuelo) no han hecho otra cosa que atentar contra la historia e identidad de vascos y catalanes mientras se presentaban como sus más fervientes adoradores.
Estamos ante un libro sobre historia, sí, pero también – de modo implícito– ante una despiadada crítica de los políticos que han llevado a cabo, o al menos permitido, tanta mentira y falsificación histórica para obtener beneficios electorales y económicos amparados en un discurso pseudohistórico difícilmente sostenible.
A los que conozcan el anterior libro del autor no hará falta recordarles la irónica agilidad de su prosa, que hace de "La nación falsificada" un recorrido histórico trepidante, como una novela de aventuras a la vez que un estudio sostenido con una documentación incontestable y, en muchas ocasiones, sorprendente.
Entre otros detalles pueden subrayarse la muy desconocida proclama de Rafael Casanova el 11 de septiembre de 1714 llamando a los barceloneses a dar su vida "por la libertad de toda España"; los versos y cantos patrióticos en vascuence durante la Guerra de la Independencia, la de África o la de Cuba; y el texto que un amargado y arrepentido Valentín Almirall escribió poco antes de su muerte y que ha sido tapado por los nacionalistas por motivos obvios.
La amenidad de "La nación falsificada", que ilustra la españolidad histórica del País Vasco y Cataluña a través de la vida de un treintena de vascos y una treintena de catalanes, se ve apoyada, además, por las extraordinarias caricaturas que de cada personaje ha realizado Julen Urrutia. Recuerden el nombre de este joven dibujante vasco: su calidad y vis cómica no son comunes.
En suma, un libro muy necesario para unos tiempos agitados. Lean este libro y difúndanlo: el conocimiento, el sentido común, la verdad y la justicia sólo vencen cuando los que las sostienen se ponen manos a la obra. De lo contrario, vencerán sus enemigos.
Jesús Laínz, La nación falsificada, Ed. Encuentro, Madrid 2006, 517 pags
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