jueves, septiembre 28, 2006

El país de las bombillas

Electrizante arranque otoñal éste en el que el antiguamente conocido como territorio nacional parece haberse convertido en un inmenso parqué de bolsa a donde, quien más o quien menos, todo el mundo acude en busca de su jugada de monopoly. Hoy en día todo parece suceder en clave eléctrica: las constructoras cambian cemento por hilo de cobre, al Gobierno español le ponen las pilas en Bruselas a cuenta de su impenitente intervencionismo, el debutante Clos parece estar a dos velas en medio de tanta convulsión, y los ciudadanos echamos chispas temiéndonos que al cabo toda esta orgía de opas y fusiones acabemos pagándola en el recibo de la luz. En fin, lo de siempre.

También sigue la política cargada de electricidad estática, tanta que a ZP y sus ministros se les ve con el cabello cada vez más erizado. Así, el flequillo romano de Caldera parece definitivamente echado a perder por el alto voltaje de la inmigración ilegal, problema frente al que el Gobierno de Zapatero sigue cortocircuitado, aunque a López Aguilar todavía se le encienda de vez en cuando la bombilla y no se le despeine el tupé cuando nos explica que la única causa de la crisis migratoria de Canarias es su "posición geofísica" (sic), ignorantes, que sois todos unos ignorantes y ninguno os habíais dado cuenta. ¡Qué gran presidente podría encontrar Islandia en Juan Fernando! O Groenlandia, cuanto más al norte, mejor.

Por su parte, Rubalcaba va camino de la unidad de grandes quemados con la barba humeante tras meter los dedos en el enchufe de las falsificaciones documentales de su ministerio, antes del Interior, ahora del Tipex. Sigue el ex portavoz del Gobierno del GAL empeñado en deslumbrarnos con los fogonazos de su continua manipulación, ahora sobre el 11-M, pero ni siquiera el fantástico don Alfredo es capaz de tapar evidencias que van adquiriendo la dimensión de una aurora boreal.

Seguiríamos contando cosas, pero tendrá que ser otro día porque hoy nos tenemos que ir a comprar acciones de eléctricas, que tampoco es cosa de quedarse al margen de la fiesta. El último, que apague la luz.

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