jueves, julio 13, 2006

TEXTO LEÍDO EN EL HOMENAJE A MIGUEL ÁNGEL BLANCO (BCN 12 DE JULIO DE 2006)






CONVIVENCIA CÍVICA CATALANA
HOMENAJE A MIGUEL ÁNGEL BLANCO EN EL NOVENO ANIVERSARIO DE SU MUERTE.

Estamos aquí, en primer lugar, para honrar la memoria de Miguel Ángel Blanco en el noveno aniversario de su inhumano y vil asesinato. Y lo hacemos obligados por un deber moral y político. Te asesinaron por todos nosotros. Para acabar con un orden político, la democracia, en el que los derechos humanos, la dignidad personal de todos y cada uno de nosotros, es el valor supremo. Te arrebataron la vida de forma cruel, pero no la dignidad. Estarás en la memoria de todos los hombres y mujeres de bien, los que no están dispuestos a renunciar a su dignidad a cambio de una falsa paz que hiede a pólvora y dinamita. Para nosotros tu coraje cívico, el que movió a millones de personas en España a plantarle cara al terrorismo, el que hizo nacer ese fruto tuyo, el espíritu de Ermua, será siempre un ejemplo para todos nosotros. Estamos en deuda contigo. Una deuda impagable que nos llena de dolor y al mismo tiempo de esperanza: la esperanza de poder, entre todos, derrotar por fin a esa banda de miserables que te asesinó para arrebatarnos a todos nosotros nuestra libertad. Honrar hoy, siempre, tu memoria, nos devuelve la dignidad. Honrando tu memoria nos honramos a nosotros mismos, como tú, ciudadanos para los que la libertad y la dignidad no se negocia nunca y aun menos con una banda de asesinos.

La causa de las víctimas del terrorismo es un asunto público por excelencia porque su causa es la causa de la libertad. Permitidme unas breves consideraciones acerca de la naturaleza del terrorismo y de sus efectos. Decimos habitualmente que no existe espacio entre los verdugos y las víctimas del terrorismo. Que frente a las pistolas o se está del lado de las víctimas o de los que aprietan el gatillo. Nada más cierto. Y nos exhortamos, exhortamos a nuestros representantes políticos a no pagar ningún precio político por eso que inexactamente llaman la paz. El terrorismo nos sitúa a todos en conjunto, sin exclusión, ante un preciso dilema moral: la renuncia cobarde a nuestra dignidad, a nuestra condición de ciudadanos libres, por mucho que se disfrace torpemente con la apelación a un pretendido diálogo, o el afrontamiento de las consecuencias de continuar siendo hombres y mujeres libres. Y los que estamos hoy aquí, y en la mayoría de las ciudades de España, el único precio político que queremos y podemos pagar es el de colocarnos del lado de las víctimas, el de identificarnos con ellas, el reconocernos también nosotros como víctimas del terrorismo, el de enfrentarnos a él, el de combatirlo sin tregua. Nosotros no estamos en tregua, la libertad y la dignidad no admiten tregua; que los sepan los terroristas, que lo sepa el Presidente del Gobierno.

Porque éste es el segundo motivo que nos reúne hoy aquí. Hoy los verdugos de Miguel Ángel Blanco, de más de un millar de víctimas se sientan en una mesa a negociar con el gobierno español. Nos dicen: proceso de paz, se negocia el fin de la violencia. No nos engañan con palabras a las que han vaciado de sentido, cuya significación han pervertido con intención de disimular su indignidad, su claudicación ante una banda de asesinos, su cobardía moral, la traición a una constitución a la que han jurado defender. Y no están pagando un precio político. Es aún más grave: ellos compran el poder de seguir gobernando, y nos obligan a pagar a todos los ciudadanos con el precio de nuestra dignidad y libertad. Que nadi e se llame a engaño: el precio lo pagamos los ciudadanos. ¿Es aceptable moralmente que se reconozca a una banda de asesinos como interlocutores políticos? El asesinato, el desprecio de los derechos humanos excluye a quien lo practica como sujeto político: el asesino, el que vulnera esos derechos es un delincuente y quien teniendo la obligación de aplicar la ley no la aplica se convierte en su cómplice. El gobierno del Sr. Zapatero no sólo suspende hoy el imperio de la ley sino que ampara que los terroristas puedan llevar a cabo sus acciones de propaganda y extorsión en la más completa de las impunidades, llegando al extremo de que miembros de la propia policía informan a los terroristas para que impunemente puedan trasladar los fondos que les reportan su actividad delictiva a lugar seguro.

La libertad no se somete a transacción alguna. La libertad, condición de ciudadanía, no se obtiene por transacción. Así, la llamada “negociación” con ETA y sus cómplices es sólo el negocio de ETA: el precio que quieren que paguemos, es nuestra dignidad y libertad. Nosotros honramos a las víctimas del terrorismo. Y honrándolas nos constituimos, formamos con ellos sociedad, la única sociedad que merece ese nombre, la sociedad de hombres y mujeres libres, de ciudadanos, de aquellos que no estamos dispuestos a seguir otro modelo de virtud cívica que el que nos proporciona las víctimas de terrorismo. Y éste es el significado, hoy, en España, del concepto de ciudadano. No tenemos elección: no combatir el terrorismo con todas nuestras fuerzas, no emular el coraje cívico mostrado por la víctimas nos sumaría en la peor de las abyecciones morales: la cobardía moral, la renuncia a la libertad.

Permitidme que os recuerde un fragmento del Acuerdo por la Libertades y contra el Terrorismo que el PP y el PSOE firmaba el 8 de diciembre del 2000, el llamado Pacto antiterrorista: “Pero la definitiva erradicación de la violencia terrorista en España no es una tarea exclusiva de los partidos políticos democráticos. Exige el compromiso activo de todos, instituciones, gobiernos y ciudadanos en la afirmación constante de los valores cívicos y democráticos. PP y PSOE reafirman su determinación de impulsar y apoyar la movilización de los ciudadanos en contra de la violencia terrorista y en repudio de los asesinos”. ¡Que lejos estamos hoy de ese pacto!. No es necesario decir quién ha quebrado ese espíritu. El espíritu de la libertad. Pero una cosa es decisiva: el pacto contra el terrorismo de los dos grandes partidos nacionales lo fue ante la ciudadanía española, y nos es un pacto entre los dos grandes partidos nacionales, sino de éstos con la ciudadanía y para la ciudadanía. Y los ciudadanos no estamos dispuestos a representar el papel de convidados de piedra. Los ciudadanos vamos a reclamar que ese Pacto se cumpla.

Si permitiéramos que el chantaje de ETA y sus cómplices tuviera alguna inscripción en nuestras leyes políticas, en nuestra Constitución, entonces el sacrifico de las víctimas habría sido inútil, despojado de todo sentido. Las víctimas serían convertidas en meros despojos, vueltas de nuevo a ser asesinadas en una segunda muerte, más terrible aún que su muerte física, el asesinato de su memoria, literalmente deshumanizadas: su muerte simbólica. El momento terrible, pavoroso de su muerte se eternizaría convirtiéndolos en víctimas perpetuas. Es ésta la pretensión última de la barbarie de los asesinos de ETA, cuando profieren ese grito obsceno y terrible: ¡devuélvenos la bala! No les basta con la muerte física, quieren repetirla perpetuamente. Quieren la aniquilación simbólica de sus víctimas, su exterminio en su sentido más literal, fuera de los límites de lo humano, de lo simbólico, del nombre.

Nosotros honramos la memoria de las víctimas. Nosotros ni podemos ni debemos enterrar su memoria,. la memoria de las víctimas por la democracia: ellos nos indican el recto camino por el que debemos transitar los ciudadanos si queremos conservar nuestra dignidad civil. El sacrifico de Miguen Ángel BLanco, el de todas las víctimas de ETA nos reclaman el compromiso con los valores democráticos que otorga sentido social a su insensata y cruel muerte individual. Ante el terrorismo no cabe, y esta es la lección política que nos enseñan sus víctimas, la indiferencia y aun menos la negociación. Su sacrificio nos obliga moralmente a comprometernos políticamente con su causa que es la causa de la libertad. Nos obligan moralmente, y no les estaremos nunca suficientemente agradecidos por ello, a formar parte activa de la ciudadanía, al activismo cívico.

Dejadme acabar con las palabras que Pericles. el gran estadista de la democracia ateniense pronunciara con ocasión de las ceremonias fúnebres en honor de las víctimas de la Guerra del Peloponeso: “Tomad, por tanto, a estos hombres como ejemplo, y pensando que su libertad es su felicidad y su coraje su libertad, no os angustiéis por los peligros de la guerra, pues no son los desventurados los que tienen la mejor razón para ser pródigos con su vida, sino aquellos que corren con el riesgo de un cambio opuesto de fortuna. Porque para un espíritu fuerte es mucho más amarga la humillación sufrida por cobardía que la muerte que sobreviene desapercibida en estrecha compañía de las nobles acciones y las esperanzas públicas.”

A tí Miguel Blanco, a tí que te han quitado la vida para que dejemos de ser libres, para arrebatarnos a todos nuestra dignidad, te rendimos homenaje de la manera que podemos y sabemos: con nuestra promesa de que tu sacrificio no será inútil, que honraremos tu memoria comprometiéndonos solemnemente con tu causa, la causa de los hombres libres. En la medida de nuestras fuerzas, que no son pocas porque somos muchos, no descansaremos hasta derrotar al terrorismo, rechazando cualquier negociación en nuestro nombre; oponiéndonos por todos los procedimientos democráticos a las acciones de un gobierno que traiciona tu memoria y por esa razón a toda la ciudadanía. RENDICIÓN, NO EN NUESTRO NOMBRE. NO DESCANSAREMOS HASTA DERROTAR AL TERRORISMO.

Francisco Caja, Presidente de Convivencia Cívica Catalana
12 de julio de 2006.

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