martes, mayo 01, 2007

11-M: el testigo ausente. Por Emilio Campmany



11-M: el testigo ausente
Por Emilio Campmany
Colaboraciones nº 1666   |  26 de Abril de 2007

 
Poco a poco se acerca el día en que termine el rosario de pruebas testificales. Y, poco a poco, van perdiendo interés las declaraciones de los que comparecen, bien porque repiten lo que ya otros dijeron, bien porque no aportan nada que sea concluyente para la aclaración de los hechos.
 
Cuando terminen los testigos, empezarán los peritos. Ellos tendrán que ayudar a resolver algunas cuestiones importantes que todavía están pendientes de aclarar. La primera es naturalmente la del tipo de explosivo empleado en los trenes. Es verdad que sabemos prácticamente todo lo que dirá el informe definitivo de los encargados de analizar las muestras que se conservan de los focos, cuatro nombrados por las partes y cuatro nombrados por las fuerzas del orden. Pero aun nos queda saber qué declarará la perito encargada de los análisis en el laboratorio de los TEDAX. La segunda se refiere a las autopsias de los suicidas de Leganés. Al respecto, hay que aclarar no sólo si se suicidaron, sino también si hay pruebas incontrovertibles de que los restos humanos hallados tras la explosión se corresponden enteramente con las personas que nos han dicho. Muy especialmente, se han levantado dudas acerca de que Allekema Lamari estuviera realmente allí.
 
Careo entre policías
 
Lo más importante de la jornada de ayer ocurrió fuera de la sala. El ex Director General de la Policía Nacional, Agustín Díaz de Mera, inmediatamente después de conocer el testimonio de su amigo Enrique García Castaño, en el que desmintió haberle hablado de ningún informe en el que se relacionaba la ETA con el 11-M, dirigió una carta al tribunal solicitando un careo con el testigo a fin de demostrar que fue Castaño el que mintió y no él. La reacción del hoy europarlamentario es mucho más creíble que la flemática de su exsubordinado, ya que su indignación se corresponde con la que lógicamente cualquiera tendría si alguien le ha deja por mentiroso. El tribunal ya ha contestado que sólo considerará la posibilidad de llevar  a cabo el careo solicitado si lo pide alguna de las partes. Cabe esperar que alguien lo pida. Y también es probable que Bermúdez acceda a practicarlo ya que, si se demostrara la autoría de ETA, los procesados podrían ser absueltos. Claro que quizá, antes de recurrir a un recurso como el careo, no estaría de más que testificara el Comisario Telesforo Rubio, que es quien encargó el informe, para que cuente al tribunal a quién lo encargó y sobre todo si se lo encargó a alguien antes de hacerlo a los que finalmente lo realizaron. Algún abogado de las defensas debiera sopesar pedirlo.
 
El Egipcio es el noray al que se amarra la versión oficial
 
Mientras se adopta una decisión, siguió el rosario de testigos. El primero fue el de Mourad Chabarou. Éste se halla preso en Bélgica y declaró por medio de video conferencia. Aparte un inútil debate sobre la traducción de sus palabras, su testimonio no aportó nada. Sin embargo, interesa destacar el detalle de la presencia del Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional durante el interrogatorio. Sabemos que el Fiscal Jefe sólo acude a la Casa de Campo cuando toca un testigo importante. ¿Tan importante era Chabarou? Más de lo que parece.
 
La Fiscalía necesita conseguir que, de la sentencia, resulte acreditado que los que colocaron las bombas en los trenes fueron los integrantes de la célula de Leganés. Sin embargo, la mayor parte de los componentes de esta célula se suicidaron el 3 de abril de 2004. La sala no puede ni debe juzgar a personas fallecidas y no está, por lo tanto, en la obligación de declarar en la sentencia si es o no un hecho probado que los que allí se suicidaron colocaron las bombas del 11-M, a menos que lo necesite para condenar a algunos de los procesados.
 
Las conexiones más claras que la Fiscalía tenía contra la célula suicidada eran Bouchar, Basel Ghalyoun y El Egipcio. Bouchar es el que se escapó del piso de Leganés gracias a que bajó la basura cuando la Policía estaba llegando. Además, una testigo dijo haberlo visto en los trenes. Sin embargo, esta testigo se desdijo y confirmó que a quién realmente vio aquel día fue a Jamal Zougam (el que fue detenido el día 13 de marzo gracias a la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas y al que no se le ha demostrado ninguna relación con los de Leganés). Contra Basel Ghalyoun sólo hay un gorro de rezos recogido entre los escombros de Leganés en el que, entre otros, aparece su ADN. Si la sala absuelve a estos dos procesados del delito de colocar las bombas, estaría a su vez absolviendo a la célula de Leganés. Por eso, es tan importante la condena de El Egipcio como autor intelectual del atentado, porque dado que era amigo de algunos de los integrantes de la célula, su condena implicaría la de los suicidas y probablemente conllevaría también la de Bouchar.
 
Sin embargo, el testimonio de Chabarou desde Bélgica fue decepcionante y parece confirmarse que contra El Egipcio lo único que hay es una conversación grabada en la que parece atribuirse la idea de los atentados de Madrid, pero podría no ser más que una fanfarronada.
 
La versión oficial se tambalea, aunque los medios oficialistas insisten una y otra vez en su vigencia apoyándose únicamente en la incapacidad de los conspiracionistas de levantar una hipótesis alternativa suficientemente creíble.
 
Abdelkrim Bensmail
 
La tarde ha terminado con la declaración de este fundamentalista que se halla cumpliendo condena. La razón de su presencia en la sala se debe al hecho de que fue en su celda donde se encontró un papel con el nombre y dirección de Henri Parot y otros etarras. Ha negado que el papel fuera suyo así como conocer a los terroristas de la organización vasca. Nueva decepción. Así que, tal y como ocurrió cuando testificaron los etarras, lo más notable de su declaración ha sido su aspecto, mucho más próximo a lo que cabe esperar de un terrorista islámico que el que presentan los procesados. También aquí hay que recordar que las apariencias no deben valorarse en un juicio penal, aunque no puede impedirse que influyan.


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