Aleix VIDAL-QUADRAS
Coincido con Benigno Pendás en que la inercia, el populismo y la utopía son tres tentaciones a evitar en esta etapa desdichada de nuestra historia en la que una alianza siniestra de separatistas y falsos socialistas ha puesto a España en liquidación y, por supuesto, nadie le negará que si no se ganan las elecciones la defensa de los principios se transforma en un puro ejercicio declamatorio. La crítica a los conformistas, a los extremistas y a los ingenuos resulta muy oportuna y convincente y la rotunda conclusión de que «tertium non datur» parece cerrar sin apelación una línea argumental sin fisuras. Sin embargo, a mi buen amigo Pendás le falta un elemento esencial en su admonitorio texto, un elemento sin el cual ni los indolentes ni los radicales ni los soñadores saldrán de sus errados caminos para seguir la senda por la que nuestro bienintencionado profesor desea guiarlos hacia la victoria. Se trata nada menos que de especificar la propuesta que hará que su fórmula «catch-all», su receta atrápalo-todo, funcione. Porque si la pócima mágica compuesta de progresismo banal, pacifismo blandengue, relativismo moral hedonista, antiamericanismo primario, amor universal bobalicón y anticlericalismo zafio ha de ser neutralizada, no lo será con la mera denuncia del horror que estamos viviendo ni propugnando imprecisas reformas constitucionales mientras se siguen apañando Estatutos de Autonomía para no quedarse atrás frente al órdago catalán.
Si el adversario tiene hipnotizada a la opinión, habrá que despertarla; si el oponente desarrolla sin vacilaciones un guión perfectamente trazado, será obligado concebir un plan alternativo; si el Gobierno miente sin escrúpulos, la proclamación de la verdad aparece como la mejor estrategia; si tu enemigo aplica el viejo truco de dividir para vencer, una potente dosis de la misma técnica parece bastante aconsejable porque bajo la engañosa homogeneidad que emana de la sonrisa vacía que habita La Moncloa se palpa el rumor sordo de la irritación y el descontento que la madre del desdichado Joseba Pagazaurtundua expresaba recientemente con toda crudeza. Es posible que fuera del partido no haya salvación, pero en una crisis de sistema arrasadora no habrá partido que nos salve. Por tanto, la mejor manera de electrizar a los indiferentes, de domesticar a los arriscados y de inyectar realismo a los visionarios es dejarse de absurdos escrúpulos, abandonar los oportunismos, liberarse de las urgencias del corto plazo y definir con firmeza, con valor, con dureza, con claridad y con decisión inquebrantable la salida de la ciénaga en la que chapoteamos indignados, pero impotentes.
Y eso es lo que a Benigno Pendás le falta en su lista de reproches a los que por egoísmo, exaltación o voluntarismo perjudican, según él, una causa que no precisa. Sin ese detalle, me temo que las ovejas descarriadas seguirán perdidas por el monte.
Coincido con Benigno Pendás en que la inercia, el populismo y la utopía son tres tentaciones a evitar en esta etapa desdichada de nuestra historia en la que una alianza siniestra de separatistas y falsos socialistas ha puesto a España en liquidación y, por supuesto, nadie le negará que si no se ganan las elecciones la defensa de los principios se transforma en un puro ejercicio declamatorio. La crítica a los conformistas, a los extremistas y a los ingenuos resulta muy oportuna y convincente y la rotunda conclusión de que «tertium non datur» parece cerrar sin apelación una línea argumental sin fisuras. Sin embargo, a mi buen amigo Pendás le falta un elemento esencial en su admonitorio texto, un elemento sin el cual ni los indolentes ni los radicales ni los soñadores saldrán de sus errados caminos para seguir la senda por la que nuestro bienintencionado profesor desea guiarlos hacia la victoria. Se trata nada menos que de especificar la propuesta que hará que su fórmula «catch-all», su receta atrápalo-todo, funcione. Porque si la pócima mágica compuesta de progresismo banal, pacifismo blandengue, relativismo moral hedonista, antiamericanismo primario, amor universal bobalicón y anticlericalismo zafio ha de ser neutralizada, no lo será con la mera denuncia del horror que estamos viviendo ni propugnando imprecisas reformas constitucionales mientras se siguen apañando Estatutos de Autonomía para no quedarse atrás frente al órdago catalán.
Si el adversario tiene hipnotizada a la opinión, habrá que despertarla; si el oponente desarrolla sin vacilaciones un guión perfectamente trazado, será obligado concebir un plan alternativo; si el Gobierno miente sin escrúpulos, la proclamación de la verdad aparece como la mejor estrategia; si tu enemigo aplica el viejo truco de dividir para vencer, una potente dosis de la misma técnica parece bastante aconsejable porque bajo la engañosa homogeneidad que emana de la sonrisa vacía que habita La Moncloa se palpa el rumor sordo de la irritación y el descontento que la madre del desdichado Joseba Pagazaurtundua expresaba recientemente con toda crudeza. Es posible que fuera del partido no haya salvación, pero en una crisis de sistema arrasadora no habrá partido que nos salve. Por tanto, la mejor manera de electrizar a los indiferentes, de domesticar a los arriscados y de inyectar realismo a los visionarios es dejarse de absurdos escrúpulos, abandonar los oportunismos, liberarse de las urgencias del corto plazo y definir con firmeza, con valor, con dureza, con claridad y con decisión inquebrantable la salida de la ciénaga en la que chapoteamos indignados, pero impotentes.
Y eso es lo que a Benigno Pendás le falta en su lista de reproches a los que por egoísmo, exaltación o voluntarismo perjudican, según él, una causa que no precisa. Sin ese detalle, me temo que las ovejas descarriadas seguirán perdidas por el monte.
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