Por GEES
Los militares españoles, desde hace unos meses bajo el mando de Jose Antonio Alonso tras la espantada de José Bono, ha sido uno de los colectivos más castigados por el terrorismo etarra. Centenares de ellos han caído en disparos por la espalda o coches-bomba. Sus familiares estarán hoy en la plaza de Colon para exigir respeto a su memoria.
Pero en la misma fecha el Partido Socialista de Madrid celebra una fiesta-mitin en el barrio madrileño de Aluche. El acto contará con la presencia de diversos grupos musicales, para celebrar la candidatura de Simancas a la presidencia de la Comunidad de Madrid, que ya son ganas de celebrar. A la fiesta acudirán el propio Rafael Simancas, Trinidad Jiménez y el Ministro de Defensa, Alonso, representando al Gobierno.
El Ministro de Defensa está en su perfecto derecho de caminar, junto a su jefe, de la mano de Arnaldo Otegui; las urnas le pondrán a él y a su Gobierno en su sitio. Puede perfectamente quedarse hoy sábado en su casa y hacer oídos sordos a todos aquellos militares que dieron su vida por las libertades españolas a manos de los encapuchados etarras; allá su conciencia. Incluso puede dedicarse a otras actividades políticas, si considera que son más importantes que estar junto a sus hombres; allá su juicio y su raciocinio.
Pero lo que traspasa cualquier línea de la decencia moral es irse de verbena a Aluche, para entre copas y rock and roll celebrar la fiesta de turno con los militantes socialistas, mientras a poca distancia los militares –que son ahora sus militares- se manifiestan para pedir dignidad y justicia para sus muertos, que debieran ser también los del ministro Alonso.
Sólo en la España de Rodríguez Zapatero es posible que ocurran cosas como éstas. Las viudas y huérfanos de militares manifestándose en la calle para pedir que la ley se cumpla con quienes asesinaron a sus padres, maridos o hijos, muertos por vestir uniforme español. Y mientras tanto, el ministro de Defensa, jefe de todos ellos, tomándose copas entre concierto y concierto en una fiesta del partido.
Los militares españoles, desde hace unos meses bajo el mando de Jose Antonio Alonso tras la espantada de José Bono, ha sido uno de los colectivos más castigados por el terrorismo etarra. Centenares de ellos han caído en disparos por la espalda o coches-bomba. Sus familiares estarán hoy en la plaza de Colon para exigir respeto a su memoria.
Pero en la misma fecha el Partido Socialista de Madrid celebra una fiesta-mitin en el barrio madrileño de Aluche. El acto contará con la presencia de diversos grupos musicales, para celebrar la candidatura de Simancas a la presidencia de la Comunidad de Madrid, que ya son ganas de celebrar. A la fiesta acudirán el propio Rafael Simancas, Trinidad Jiménez y el Ministro de Defensa, Alonso, representando al Gobierno.
El Ministro de Defensa está en su perfecto derecho de caminar, junto a su jefe, de la mano de Arnaldo Otegui; las urnas le pondrán a él y a su Gobierno en su sitio. Puede perfectamente quedarse hoy sábado en su casa y hacer oídos sordos a todos aquellos militares que dieron su vida por las libertades españolas a manos de los encapuchados etarras; allá su conciencia. Incluso puede dedicarse a otras actividades políticas, si considera que son más importantes que estar junto a sus hombres; allá su juicio y su raciocinio.
Pero lo que traspasa cualquier línea de la decencia moral es irse de verbena a Aluche, para entre copas y rock and roll celebrar la fiesta de turno con los militantes socialistas, mientras a poca distancia los militares –que son ahora sus militares- se manifiestan para pedir dignidad y justicia para sus muertos, que debieran ser también los del ministro Alonso.
Sólo en la España de Rodríguez Zapatero es posible que ocurran cosas como éstas. Las viudas y huérfanos de militares manifestándose en la calle para pedir que la ley se cumpla con quienes asesinaron a sus padres, maridos o hijos, muertos por vestir uniforme español. Y mientras tanto, el ministro de Defensa, jefe de todos ellos, tomándose copas entre concierto y concierto en una fiesta del partido.
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